Necesitamos tiempo

Tanto Monchi como Rakitic y Diego Carlos han pedido tiempo para Koundé

Lopetegui ABC

La entrada de Jules Koundé al bosnio Kolosinac en el encuentro entre selecciones no suele estar en su libro de estilo. Todo lo contrario. Ese tipo de entradas son más de las factorías rupestres de segadores como Jenet, el jefecito Mascherano o uno de Camas ... que anda ahora por París. Fue tan sorprendente verlo entrar a matar que molestaba la vista, ganándose la expulsión sin posibilidad de reparos ni excusas. Los cortadores de leña tienen su hábitat en los aserraderos, no en los campos de fútbol. Al menos debería ser así. Jules aún anda buscando por el césped del Stade de la Meineau la pinza que se le fue. Y que seguro la encontrará con tiempo. Porque el chico, sin que lo refrende ningún aval de psiquiatría, anda tan falto de tiempo como sobrado de frustración.

Todo el verano ha venido escuchando cantos de sirena desde Chelsea, ese equipo que creyó que en Nervión también manda Abramovich y su mano derecha, una tal Marina Granovskaia que parece escapada de la novela de Le Carré, la Casa Rusia. El chico, que no es superman y le gustan los fideos como a casi todos nosotros, se ilusionó con la música de la balalaika del petrolero del Chelsea, un tipo que no tiene dinero, él es el dinero.

Algunos sospechan que la gran fortuna del ruso tiene una oscura procedencia, como suele pasar con aquellos millonarios que encienden sus puros con billetes de quinientos y se forraron tras la caída de la Unión Soviética, cercano como estuvo a un amigo y socio de aquella destilería de vodka llamada Boris Yeltsin. Pero eso nos importa poco. Porque a la hora de pagar lo que se supone que vale un chaval con la proyección de Koundé, se empeñó, por medio de la tal Marina, llevárselo a precio de mercadillo del Parque Alcosa. Más que un jugador top parecía que intentaban comprar una braga faja para tallas especiales.

La frustración de Koundé por no verse ya en Londres es muy comprensible. No menos que la postura del Sevilla que, finalmente, se decidió a dejar las cosas claras desterrando esa imagen de stand de vehículos de ocasión donde se adquiere lo bueno y bonito al precio que imponga el comprador. Normalmente más barato que lo que marca su cláusula de rescisión. Abramovich puede comprar el mundo. Pero no Nervión ni sus mejores activos. Dejar claro eso ha sido tan importante para el prestigio del club como frustrante para el central francés. Tanto Monchi como Rakitic y Diego Carlos han pedido tiempo para Jules, que lo necesita para encontrarse a sí mismo y sacudirse tanto desconsuelo. El paso de los días, el arrope de los compañeros, las palabras de su entorno pagarán el billete de vuelta de ese país feo, hosco y arisco donde ahora habita. Y se dará cuenta que está en un equipo de primer nivel, aspirante a metas muy prometedoras y que las prisas para irse de los sitios es cosa de americanos en Kabul. Yo creo que no solo Koundé necesita tiempo. También lo necesitan la institución y los sevillistas. Todos necesitamos ese tiempo para que Koundé vuelva a ser el de siempre y olvide que, en lo más infernal del verano, alguien le quitó de su mano una jarra de cerveza polar, dejándole sin fiesta. La suya prosigue en Sevilla. Los pensamientos encriptados dejados en las redes los disuelve la necesaria normalidad, que lo harán regresar a su elegancia de marca para abandonar el arte rupestre…

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