Ganar después de muerto
El Atlético de Madrid y el Sevilla FC juegan en el Wanda Metropolitano uno de los encuentros de la jornada 37ª
El entrenador del Sevilla FC, Julen Lopetegui, habla con los jugadores de la plantilla en un entrenamiento
No nos vamos a engañar. Venimos compartiendo el mismo sentimiento desde hace ya algunos años. Estamos un poquito peor que muertos. Y sabemos que hoy en el Wanda los brotes de bambú nos lo van a jincar en nuestras ilusiones. No estoy aquí para engañar ... a nadie ni para engañarme a mí mismo. Estoy aquí para compartir con vosotros, palanganas, los vínculos inasibles de un mismo sentimiento. Pues bien, el equipo está para acompañarlo en el sentimiento, darle un abrazo cálido y despedirlo en duelo de tanatorio. En la morgue hay amortizados más caliente que este equipo horrible con el que nos ha tocado despedir la temporada que fue muy ilusionante hasta que enero entró en nuestras vidas. No lo sabíamos. Nadie podía saberlo. Pero los Reyes Magos nos dejaron en nuestras habitaciones un final catastrófico, una hecatombe, un drama griego con final troyano.
¿Quién podía imaginarlo? Un equipo en lo más alto del edificio de la Liga, guapeándole al Madrid la posición, con 39 puntos en el casillero y dejando al Barcelona y al At de Madrid con la boca abierta y un sorpasso tan enorme que dejaba en Puturrú de fuá el que le pegó el PC italiano a la Democracia Cristiana en las europeas del 84. Éramos balas. Aviones plateados, recordar. Y aunque el juego fuera menos vistoso que un tanga de esparto y los dibujitos de colores se sometieran al imperio prusiano del sistema para volvernos todos resultadistas, la confianza era absoluta. La cuestión era que la nave iba, el barco seguía inspirando seguridad total incluso en el cabo de las Tormentas, los debates demandaban si había que reforzar al equipo para discutirle al Madrid el título de Liga y la cabeza se le fue a más de un periodista, de un medio y de algún directivo. Vivíamos por encima de las posibilidades de nuestros sueños. Pero eso no preocupaba a nadie. Uno a cero y tres puntos a la buchaca y venga champán para celebrarlo.
El resto ya lo sabemos, ya lo vivimos, ya lo sufrimos. Cuando se quebró la ecuación de juego conservador más los pases en horizontal más los centros a la olla y comenzaron a caerse las victorias y a sumar de uno, perdimos el sueño absurdo de litigarle al Madrid la Liga, empezamos a perder distancia con los poderosos Barcelona y Atlético y perdimos la segunda plaza y esta semana la tercera. Nos falta un solo punto para quedar cuartos que, tras el descalabro sufrido, a mi me parece conquistar el cielo. Y nuestro sitio natural. Pero las sensaciones que transmite este colectivo son las de estar perdidos en mitad de un túnel donde no brilla un rayito de luz. Y contra eso, me rebelo. Me rebelo tras haber estado muchísimas jornadas en lo alto de la escalera y viendo a nuestros perseguidores tragando polvo y por debajo de nuestras suelas. Así que hoy, en el Wanda, muertos como vamos y con las constantes vitales del equipo más bajas que las de la momia de Lenin, apuesto por ganar. No por empatar. Vamos a ganar y a clasificarnos, vamos a conseguir el objetivo y a espantar a los buitres que alimentan a sus polluelos con el dinero sin corazón de los fondos de inversiones. Ni americanos, ni jamaiquinos, ni ingleses, ni chinos. Somos Sevilla, el Sevilla es nuestro escudo y nuestra bandera y, esta tarde, es capaz de levantarse de la caja de pino y meterse de cabeza en la leyenda. Como el Cid, vamos a ganar después de muerto…
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