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fórmula 1

Leclerc remata en Mónaco en un valioso podio de Carlos Sainz

gran premio de mónaco

Violento accidente en la salida con el Red Bull de Checo Pérez destrozado. Alonso, undécimo

Así fue el accidente de Checo Pérez

La vuelta magistral de Alonso

El Red Bull de Checo Pérez destrozado en Mónaco ABC
José Carlos Carabias

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Mónaco corona a uno de sus nativos, una de las pocas personas que no buscan en el Principado las bondades de todo tipo, sino que nació allí, entre el puerto, los ascensores y las tiendas de lujo. Charles Leclerc gana el gran premio de su casa, el mejor del fin de semana en una gran tarde para Ferrari. Carlos Sainz consigue un valioso podio, tercero. Fernando Alonso se clasifica undécimo. Max Verstappen minimiza daños, sexto en una carrera que empezó con un estallido: el tremendo accidente de Checo Pérez.

La salida de Mónaco despedaza al pelotón por un exceso de optimismo. Es demasiado entusiasta Kevin Magnussen, que ha rebasado a dos bólidos pegado a la cuerda y tiene ánimo para intentarlo con el Red Bull de Checo Pérez. Allí donde no hay hueco, donde no cabe un tractor como el Haas en la trazada del coche energético se cuela el nórdico.

La erupción recuerda al pavoroso accidente de Romain Grosjean en Baréin, del que salió entre una bola de fuego. Magnussen ha ejercido de kamikaze y su golpe por detrás desarma el Red Bull, lo desnuda, queda en pañales, sin tres ruedas, medio coche esparcido por el asfalto monegasco, reducido como un guiso a la mitad.

«No me dio espacio. Podía pasar por la derecha y no sé por qué no me dejó sitio», argumenta Magnussen, que obviamente solo ha visto su carrera y no el peligro de su maniobra temeraria. Checo Pérez está entero y esa es la mejor noticia, un reguero de trozos de carbono se reparten por la subida al Casino, donde tampoco ha llegado Carlos Sainz.

La salida es tremenda. El español trata de adelantar a Piastri, con más cabeza que Magnussen, y sale con un pinchazo del encuentro. Se detiene en la plaza del Casino.

Unos metros más allá, los dos compañeros de Alpine reviven viejas rencillas del pasado. Ocon quiere pasar por donde no hay espacio e impacta contra el coche de Gasly. Vuela en un salto acrobático y el resultado, el mal menor, es su abandono.

Todo esto en la primera vuelta de 78. La vida en la normalidad de Mónaco, un emblema de la F1 en la que puede no suceder nada como tantas tardes o transformarse en un volcán que suelta lava por todas las laderas de la montaña.

Casi 45 minutos después de esta locura colectiva, se reanuda la carrera con los cuatro primeros (Leclerc, Piastri, Sainz y Norris) con neumáticos duros dispuestos a no parar más hasta el final.

Toda la adrenalina que se concentró en la salida, ese fuego de los valientes o audaces por conquistar posiciones se convierte ahora en una carrera táctica, 'catenaccio' puro y duro porque los equipos juegan con la longevidad de los neumáticos, la distancias con sus rivales para cambiar ruedas o no y la velocidad impostada.

Leclerc conduce deliberadamente lento pese a liderar la prueba. No quiere que se desgasten sus ruedas blancas y duras, no le interesa hacerlas sufrir con tiempos veloces por vuelta, sino dar un plácido paseo por el puerto monegasco ante la imposibilidad de adelantar, salvo riesgo de acabar estrellado.

Más de cuarenta vueltas de todos los pilotos en esta tesitura. Conducción lenta y conserva de neumáticos hasta esperar al final. «¿Puedes ir más lento?», le pregunta el nuevo ingeniero a Leclerc. «¿Para qué?», contesta el líder. «Para evitar que McLaren (Norris) tenga una parada gratis».

Verstappen, atrás

Mónaco empieza a determinarse en las paradas en el garaje. Hamilton intenta pasar a Verstappen (sexto) adelantando su cambio de ruedas, y el líder del Mundial hace lo propio con Russell para ubicarse quinto.

A todos esto la carrera de Alonso es un entrenamiento con público. Vueltas y vueltas al circuito de la ciudad donde vive. Frena al grupo final, donde Ricciardo, Bottas y compañía luchan por no ser últimos.

Carlos Sainz es uno de los cuatro tripulantes del grupo en cabeza. Siempre en pelotón, sin dejar segundos en la distancia, cómodo durante muchas vueltas y estresado con el ataque de Norris en la parte final. Aguanta el español, se hace fuerte en esa guarida y alcanza un podio de gran valor.

Leclerc no quiere más sorpresas o disgustos. Aprieta el Ferrari, se aleja de Piastri y firma una victoria merecida porque suyo fue el fin de semana con un rendimiento estelar. «Me he emocionado al final. He empezado a pensar en mi padre (falleció en 2017), él hizo todo lo posible para que hoy yo estuviera aquí».

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