Querer no es poder
Los verdiblancos son el único equipo de la Liga sin un once metros que llevarse a la bota. Y no será porque pise poco el área
Padre siempre decía: «Querer es poder, hijo». Y el hijo quería, pero obligado como estaba a aprenderse de memoria los títulos de las principales obras en prosa y poesía, con sus respectivos géneros y subgéneros, de Cervantes, de Quevedo o de Lope de Vega, en ... los exámenes no había manera de acertar el pleno al quince. Le hubiese venido bien que el profesor se acercara al VAR y comprobara como el vecino de pupitre lo descentraba con sus preguntas o la algarabía de otro aula le quitaba en el último momento lo que tenía en la punta de la lengua. Aunque a la vista de cómo funciona con el Real Betis, lo más probable es que ni se dignara a acercarse a la «troncotele».
Los verdiblancos son el único equipo de la Liga sin un once metros que llevarse a la bota. Y no será porque pise poco el área, predio que suele visitar a menudo en los partidos, cuestión imprescindible para optar al premio. La culpa debe ser del medidor de la sala VOR, porque ni las zancadillas, ni los golpes en los tobillos, ni los agarrones, ni los empujones, alcanzan nunca la zona roja del aparato. Ya podía Ángel Haro, comisionado junto a su fraterno Del Nido Carrasco (cuatro penaltis en contra, el que más) para la reforma arbitral, pedir que les cambien el programa.
Y junto a la certeza de haber sido perjudicado en un puñado de partidos, está la evidencia de que anda sobrado para competir con los equipos situados del diez para abajo en la clasificación y falto para hacerlo con el mismo tramo superior. Sólo cinco puntos de quince posibles ha obtenido, lo que contrasta con el once de quince ante rivales de menor fuste. Punto y no sólo de penalti.
Pellegrini cuenta ahí con una baza, de alguien capaz de superar los obstáculos y hacer bueno el «querer es poder»: Lo Celso. Extraordinario su segundo tiempo ante el Atlético. No el indolente de otras veces, sino el comprometido, el orgulloso, el lúcido, el que no necesita del compadreo arbitral para descomponer al contrario y hacer mejor a sus compañeros. No toquen su software al argentino, pero pásenle a menudo el antivirus.
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