La etapa más temida del Tour

El ciclismo no solo construye a sus héroes en las montañas. Hay un tipo de mitos de la bicicleta que aparece en zonas llanas, en pequeños montes o en los míticos tramos de adoquines que forman buena parte de la temporada de clásicas. Por algunos de los más famosos pasos de la París-Roubaix, importantísima carrera de la primavera, pasará hoy la quinta etapa del Tour de Francia.

Es, sin rodeos, una de las etapas más importantes de la carrera, y quizá la más temida. Alberto Contador dijo ayer que la etapa será para «cruzar lo dedos, porque va a ser un día realmente complicado». El pelotón recorrerá nueve tramos distintos de pavés en los últimos 70 kilómetros de la carrera, entre Ypres y Arenberg, y todos salvo el primero están entre las tres y cuatro estrellas de dificultad.

Por si fueran pocos obstáculos, se anuncia mal tiempo para la etapa. La lluvia convierte el adoquín en barro, aumenta el riesgo de caídas y pinchazos –altísimo incluso cuando el día es perfectamente soleado–, una suerte casi arbitraria en este terreno. Por ejemplo, en 2010, la última etapa del Tour con pavés, en un día soleado, una caída se llevó por delante a Fränk Schleck, cuarto clasificado el año anterior.

Chris Froome además llega con la muñeca tocada, una zona del cuerpo que sufre mucho con el traqueteo de la bicicleta sobre los adoquines. La caída de ayer dejó al africano abrasiones en la pierna, el codo y la cadera, además de una pequeña herida en la mano derecha.

La habilidad sobre la bicicleta es decisiva también en este tipo de etapas, una faceta que a veces se cuestiona en Froome. También será clave el apoyo de los compañeros de equipo, vitales en unos recorridos que no se adaptan a las características de los ciclistas que pelean por las grandes vueltas. Pero en el infierno del adoquín hay un factor de aleatoriedad inevitable que puede marcar la carrera. Mientras Vincenzo Nibali defenderá el maillot amarillo, hoy el Tour promete espectáculo.