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El lado oscuro de George

Harrison, en una imagen de 1971. Epa

Es posible que la primera canción de los Beatles que se saliera de los cauces habituales no surgiera del inalcanzable dúo McCartney/ Lennon, sino de ese personaje discreto, con media sonrisa, buen guitarrista y rostro menos redondo que el de sus compañeros llamado George Harrison. Se trataba de «Don´t Bother Me», su primera aportación a la discografía del grupo y que definía tanto al personaje como a su música. Sobre un ritmo para aquella época bastante obsesivo, George cantaba: «Desde que se ha ido no quiero hablar con nadie. No es lo mismo, pero yo tengo la culpa, es fácil de ver. Así pues, vete, déjame solo, no me molestes». Y lo repetía numerosas veces.

No, George no era un chico sencillo ni simplemente tímido. Tampoco era «el mejor instrumentista de los Beatles». Era parte de una química especial, a la que aportó no una, sino 27 canciones. Era parte de un tren en marcha que el decoró con líneas de una guitarra muy precisa pero capaz de impulsar la explosión de fronteras que emprendió su grupo. Era un Beatle.

Pero ahora, el día de su muerte, hemos que aguantar todo tipo de tópicos apologéticos que no aportan nada a la comprensión de uno de los personajes más complejos en la historia del pop. Porque no todo son luces. Cada uno de los Beatles tenía un aspecto oscuro y el de George era una acidez cortante y a veces cínica que trajo consigo incluso enfrentamientos muy duros con el tampoco tan angélico Paul.

Con toda la mala uva que procura un desarrollado sentido del humor, en «It´s Only a Northern Song», (Yellow Submarine), George orquestaba un verdadero torbellino de sitars y efectos para cantar contra la industria musical: «No importa los acordes que toque, qué letra canto o qué hora del día es, porque sólo es una Northern Song (el nombre de su editorial). Si piensas que la armonía es un poco oscura y desafinada, estás en lo cierto; no hay nadie allí. Y nosotros te lo decimos, no hay nadie allí».

Hasta en canciones aparentemente inocuas, como «If I Needed Someone» (Rubber Soul), George dejaba un regusto acre: «Si necesitara alguien a quien amar, tú eres la persona en la que pensaría. Si necesitara a alguien. Si hubieras venido otro día habría sido distinto, pero ya lo ves, estoy demasiado enamorado. Graba tu número en mi pared y tal vez recibas mi llamada. Si necesito a alguien». Apenas Dylan es capaz de mostrar tales grados de crueldad ante la pasión ajena, pero incluso él sólo la utiliza para vengarse de quien le ha hecho daño. No parece que a George se lo hubieran hecho, sino sólo que le daban la lata.

Por supuesto, no pretendo salir aquí diciendo que George fuera un monstruo, si que para comprender la significación del grupo en la historia de la música, no pueden ignorarse estos aspectos que convierten su personalidad en algo más profundo que los «tranquilo», «tímido» y «bien humorado» de rigor . ¿Podía ser tierno? Seguro. Pero incluso en una canción de título tan directo como «Love You Too» (Revolver), se percibe una notable desconfianza hacia el género humano: «La vida es muy corta y no se puede comprar otra nueva. Pero lo que tú tienes significa mucho para mí. Hacer el amor todo el día. Hacer el amor cantando canciones. Hay gente por ahí que tratará de enterrarte. Te llenarán con todos sus pecados, ya verás. Te haré el amor. Si quieres que lo haga». Mientras Lennon y McCartney eran compositores afirmativos George parecía encontrarse más a gusto en el condicional y la duda. «Old Brown Shoes» (sencillo, en Past Masters Volume II) es un buen ejemplo: «Si llego a crecer, seré un cantante que lleve anillos en cada dedo, sin preocuparme de lo que tu o ellos digan. Viviré y amaré y, quien sabe, quizás un día, baby, puedas consolarme. Hey!».

UN PEQUEÑO GRAN GRUPO

Pasando por alto «Piggies», una canción contra la criminalidad de guante blanco (económica) y que Charles Manson declaró como una de sus inspiraciones para asesinar a la actriz Sharon Tate y varios amigos, Harrison se ocupó en varias ocasiones de temas concretas, más bien económicos. Ninguno de los otros Beatles lo hizo, pero como «It´s Only A Northern Song», en «Taxman» se arremete contra los impuesto que debían pagar en el Reino Unido de los sesenta los millonarios como los Beatles: «Déjame decirte cómo va a ser: una parte para ti y diez y nueve para mí. Porque soy el recaudador de impuestos. Y si un cinco por ciento te parece poco, agradece que no me lo lleve todo».

Dicho todo esto y antes de pasar al final necesario, quisiera recordar la afirmación para mí más brutal que aparecía en el enorme libro «The Beatles Anthology». En ella George, tras asegurar que los Beatles eran un «pequeño gran grupo», pasaba a sentenciar: «Los Beatles se nos quedaron pequeños». Una frase que se sitúa entre lo pedante y lo lógico en un equilibrio fascinante.

Pero en fin, todos queríamos a George y agradecemos que no fuera simplemente un buen chico. Los buenos chicos no son capaces de escribir su propio epitafio. No hablamos de su última, «RIP» sino de «The Art Of Dying» (All Things Must Pass), de cuando tenía 27 años: «Llegará el momento en que todos hayamos de irnos. No hay nada que la hermana Mary pueda hacer. Me mantendrá junto a ti porque nada de lo que haya intentado en esta vida puede superar o igualar el arte de morir. ¿Me crees? Llegará el momento en que muchos regresaremos, traídos por el deseo de ser una entidad perfecta. Viviendo durante millones de años de llanto. Hasta que hayas comprendido el Arte de Morir. ¿Me crees?».

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