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palabras de un solo día

Pedagogía súper bombeta

No me alegró constatar la alianza, en una superficie tan minúscula, de personas remisas a cumplir con las normas de convivencia

daniel molini

La forma y colores de los envoltorios, especies de cubos de cartón con inscripciones rojas, amarillas y verdes, me llamaron la atención. Eran cuatro, y estaban chamuscados sobre una madera también chamuscada, en un trozo de acera con secuelas de hollín, a un palmo de la rueda delantera de un coche mal aparcado.

No me alegró constatar la alianza, en una superficie tan minúscula, de personas remisas a cumplir con las normas de convivencia, como la de no dejar desechos a la intemperie o coches interfiriendo a viandantes. La curiosidad me dejó las manos negras, pues mientras retiraba uno de los envases —los otros tres estaban clavados y se los llevó un par de días después el servicio de recogida de basuras— pude ver el interior: una veintena de tubos de unos quince centímetros de longitud.

La filiación del elemento carbonizado venía dado por una inscripción: «Lluvia de San Lorenzo, varios colores». Los otros eran también baterías, de la variedad Toronto y Osco, todas inflamables, para ser utilizadas por «personas mayores de 18 años, guardadas en un lugar seco y seguro hasta su encendido, fuera del alcance de los niños y sin exponerlas al calor mientras se manipulan». Me agradó conocer la distancia mínima de seguridad para «trabajar» con el artificio: 25 metros, y saber la necesidad de operarlo con precaución, pues «el vendedor no se responsabiliza del mal uso del producto».

La advertencia para determinar lo que es buen uso parecían claras en las recomendaciones: utilizarlos al aire libre, sin ningún obstáculo en la trayectoria, con la batería sobre una superficie lisa y plana, sujeta a los lados con algún objeto o con arena para evitar el vuelco de la misma.

En la acera de enfrente esperaban otras dos cajas abandonadas, una de cerillas y otra también de colores «semafóricos», con payasos dibujados. Su contenido: «50 unidades de super bombetas, atención inflamable, precauciones utilizar en el exterior, no poner en la boca ni ingerir, no tirar contra las personas. Este producto se tiene que vender en la caja original. El importador no ser responsabiliza si se vende suelto ni del mal uso del producto».

No me costó trabajo imaginar la acción donde un adulto —¿padre?— se entretenía de un lado de la calle con la Lluvia de San Lorenzo y los cohetes voladores de Color Nº 7; mientras el menor —¿hijo?— estaría del otro lado, dando la mecha con las bombetas, tras un discurso magistral: «Niño, atiende bien, ¡ojo con las baterías! Nunca debes conectarlas como hago yo, porque es peligroso, además, ¿ves lo que dice aquí?, son clase III, y eso significa un riesgo medio. Tú, limítate a la pirotecnia bombeta, que son artificios de clase I».

Tampoco me costó trabajo imaginar la respuesta del adulto —¿padre?— al niño —¿hijo?— al concluir la faena pirotécnica, y preguntarle éste qué hacer con los envases vacíos: «Déjalos tirados, chaval, ya se encargará alguien de recogerlos. ¡Sigamos con la fiesta!».

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