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barcelona al día

Y ahora, a tirar de la cadena

El raholismo y el lopeztenismo ya tienen ahí la realidad: un país que sale a la calle y otro país que se da mus, como Rajoy

oti rodríguez marchante

NADIE podía dudar ya del éxito de la cadena humana desde el momento que se supo la noticia de que la Guardia Civil había detenido a López Tena. Y la fotografía daba un testimonio de ello realmente rotundo: dos o tres miembros de la Benemérita le hacían una falta clara (había contacto) al ex diputado de Solidaridad Catalana, el cual, por cierto, llevaba una camisa de cuadros discretos, unos pantalones apretaditos y unos tirantes. Iba preparado para que lo inmortalizaran en su momento de gloria.

La Vía Catalana empieza a tener ya de todo, incluida la base teórica de un pensador como Risto Mejide, que ha zanjado la cuestión con una sola frase que concentra el pensamiento filosófico de los últimos siglos: «preguntar nunca es delito»; por no hablar del «todo» que también aporta la presencia de ese paradigma de lo sentimental que es Dyango, o la de Carod Rovira con una camiseta amarilla una o dos tallas más pequeña de lo aconsejable, pero muy alegre junto a Lluis Llach (¿quién puede ir tristón con el cachondo de Lluis Llach?) por tierras de Castellón.

Pero lo esencial es el número, y no me refiero al de López Tena, sino al otro: son los que están, o sea los mencionados y otros cuatrocientos mil más, incluida Pilar Rahola, que tuvo la fortuna de verse beneficiada con un «tramo» muy cerquita y vistoso, en la Plaza de San Jaume, y que desde allí tuvo además la perspicacia de ver la realidad: «el país ha salido a la calle».

Y en eso va a consistir la Vía Catalana, en que ahora, y de un modo discreto (sin que se oiga mucho el ruido), Artur Mas tire literalmente de la cadena con fuerza para llamar la atención de Rajoy, que como buen gallego se dará mus. Hoy todo el mundo está mucho más contento, los que participaron en esa impresionante cadena humana, porque se sienten eslabón de un sueño, pero también los millones que sestearon ese sueño como si realmente la Diada fuera un día festivo y de salón. Y, en fin, el raholismo y el lopeztenismo ya tienen ahí la realidad: un país que sale a la calle y otro país que se da mus, como Rajoy.

Viacrucis.

Y ahora, a tirar de la cadena

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