el oasis catalán
Olvidar 1714
No me sorprendió la dicotomía entre lo bueno (lo catalán) y lo malo (español): el tradicional maniqueismo del nacionalismo catalán
MIENTRAS leía Victus -la novela de Albert Sánchez Piñol sobre la Barcelona de 1714, nada sospechosa de españolismo-, la voz de Artur Mas -el televisor estaba en marcha- me distrajo. El President -la cosa iba del tricentenario de 1714- contraponía la imposición española al pactismo catalán. No me sorprendió la dicotomía que Artur Mas establecía entre lo bueno (lo catalán) y lo malo (lo español): el tradicional maniqueísmo victimista del nacionalismo catalán. Contrario sensu, tomen nota de lo que acababa de leer minutos antes en la novela. Transcribo las palabras que el español Zúñiga dirige al catalán Zuviría: «Cuando vuestros diputados violaron su juramento de fidelidad a Felipe, ¿quién enfrentó el pueblo de Cataluña a su rey? Y ¿qué esperabas que ocurriera entonces? ¿Que Castilla contemplara impertérrita cómo ofendían a su soberano, que hablando en puridad también es el vuestro? ¿Que después de traer la guerra a España y apuñalarnos por la espalda nos quedáramos de brazos cruzados?».
Finalmente, Zúñiga pregunta: «¿Por qué abomináis de un proyecto común?» Martí Zuviría responde: «¡Porque lo que vosotros llamáis unidad es opresión!» ¿Zúñiga o Zuviría? Unas páginas más adelante, el catalán Zuviría reflexiona: los catalanes «siempre están seguros de tener la razón de su parte».
Prosigue: «lo extraordinario del caso catalán es lo que deducen de ello: puesto que tienen la razón el mundo acabará por dársela. Naturalmente, las cosas no son así».
El tricentenario de 1714 -una guerra de sucesión con intereses concretos en juego: ¿hay que celebrar eso?- no debe utilizarse a mayor gloria de los proyectos y obsesiones del nacionalismo catalán. En lugar de cultivar el mito y el agravio, las palabras de Zúñiga y Zuviría invitan a reflexionar sobre el hecho histórico. Son los historiadores -no los pescadores en el río revuelto de la política-, quienes deben hacerlo. Señores nacionalistas: ¡Olvídense de 1714 y recuerden que estamos en 2013! Señores nacionalistas: ¡Regresen al siglo XXI!
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