Un día en el Thyssen con Antonio de Felipe

Tienen los grandes museos, como las grandes catedrales, una magia antigua e intangible que nace de haber visto pasar, durante tanto tiempo, el tiempo. Conmueve siempre mirar piezas salvadas de la deriva de la Historia como, por ejemplo, un retrato del siglo XIV o un paisaje del XVI, porque, amén de su mayor o menor genialidad, están nimbadas por su solera, que, aunque tiene peso, no podría pesarse ni con arena de reloj. En esas Babias estamos cuando Antonio de Felipe nos conduce al siglo XIV con la única ayuda de un ascensor. Él, sin embargo, se encarga también de bajarnos a la realidad de un brochazo. «No son estas salas las que más me gustan del Thyssen, aunque reconozco que uno de los tesoros del museo es tener obras maestras de la pintura que abarcan tantos siglos. Recorriendo sus pasillos uno ve cómo ha ido evolucionando todo.»
Una mujer llamada «La bella» Enseguida nos encontramos frente al «Retrato de un hombre robusto», de Robert Campin, pues allí nos lleva nuestro «cicerone» guiado como por imanes. «Es que siento fascinación por los retratos, y aquí la colección es fabulosa. No sé si es una fascinación exagerada porque, por el contrario, los paisajes me interesan más bien poco. Los retratos, además de los rasgos físicos, tienen que contar la parte psicológica de los personajes, que es un reto dificilísimo de realizar. Por eso, los buenos, tienen tanta magia.» Vemos los retratos de Giovanna Tornabuoni, de Domenico Ghirlandaio; el de Enrique VIII de Inglaterra, de Hans Holbein El Joven; y el de una mujer llamada «La bella», de Palma El Viejo.
Frente al «Cristo con la cruz a cuestas» (1477-1478), del pintor Derick Baegert, De Felipe estalla como corcho de botella de champán. «Es que este cuadro tiene un colorido muy pop. ¡Qué amarillo! ¡Qué verde!...» Hay que ver luego «Venus y Cupido», de Rubens, y el «Autorretrato» de Rembrandt, antes de que nuestro guía se permita un chascarrillo. «Con esta obra me siento muy identificado, pues las vacas son uno de mis temas favoritos». Estamos ante una escena pastoril de Van de Velde y ya en pleno siglo XVII.
«Se habrán dado cuenta -nos señala ahora-, de que casi todos los visitantes son extranjeros. Es cierto eso de que la gente, cuando viaja, es más propensa a ir a los museos.» Después de otras degustaciones, comentarios y virajes, llegamos a «Objetos para un rato de ocio» (1879), de William M. Harnett, que se encuentra en la sala 30. «Este bodegón es muy curioso porque en él aparecen elementos que van a ser muy utilizados en el cubismo, como el periódico... Y este otro -comenta después- parece de los sesenta. El Equipo Crónica tiene una serie en la que sus miembros hacían lo mismo: continuar el cuadro por el marco». Habla Antonio de Felipe de «Tom´s River» (1905), un lienzo de John Frederick Peto.
Francisco de Goya Entonces aparece Goya en la sala 31. «Era un retratista genial; además era muy cínico y contaba lo que quería. Con un sólo golpe de vista uno descubre cómo eran los personajes que pintaba. El de «El tío paquete» es muy bueno y aquel de «Asensio Julià» tiene una composición superoriginal.»
Contemplamos luego un crepúsculo incendiado. «Llama la atención lo poco Van Gogh que es este Van Gogh, aunque se vea que es un Van Gogh.» Se refiere a «Los descargadores en Arlés», pintado en 1888, durante su periodo provenzal. Munch también merece un alto. Nos paramos ante «Atardecer. Laura, la hermana del artista», y De Felipe nos cuenta parte de su veraneo. «He ido unos días a Noruega de vacaciones y no podía perderme el museo Munch. También visité el lugar en el que se inspiró para pintar el fondo de «El grito», que es una de esas obras conmovedoras que te impactan y no te cansas de admirar.»
Los expresionistas de Dresde tuvieron bastantes influencias del pintor noruego, y uno de sus adalides Ernst Ludwig Kirchner, cuenta con una amplia representación en el museo Thyssen. «Desnudo de rodillas ante un biombo rojo» (1912) es el preferido de Antonio de Felipe. «Es que es un cuadro sin pretensiones que le llega a uno enseguida. Es fresco y se nota que está pintado directamente «del corazón al lienzo», que es algo fundamental. Yo, cuando pinto, intento siempre dejarme el corazón, dejarme la piel, porque toda esa pasión que uno pone en cada cuadro es lo que queda ahí para siempre, para que otros la capten... Los cuadros tienen que decir cosas.»
Picasso
Sobrevolamos años, épocas y tendencias, y, ya en la primera planta, hablamos de Picasso junto al cuadro: «Hombre con clarinete» (1911-1912). «Me imagino que sabrán que Picasso tenía fama entre sus colegas de pintor «esponja», y circula por ahí una frase muy venenosa que, según parece, decían cuando se acercaba a alguna reunión con otros pintores: «¡Guardadlo todo, que viene Picasso!»... Pero, claro, después, sacaba ese torrente creativo y qué más se puede comentar. Sin embargo, a mí, por ejemplo, este cuadro no me dice gran cosa -se refiere ahora al «Arlequín con espejo»-. Me parece muy blando. A mí me gusta el Picasso desgarrado, el Picasso lleno de fuerza y pasión, que está más presente aquí -«Corrida de toros»-. Picasso era genial en lo dramático.»
Subimos después «La escalera», de Fernand Léger; cruzamos «New York City, New York», de Mondrian, y acudimos al psiquiatra de Shwitters, porque la obra fetiche de Antonio de Felipe, «Mujer en el baño», no aparece donde él la recordaba. Al final, todo ha sido un efecto óptico, y damos con el cuadro tras buscarlo por distintas salas. «Como soy eminentemente pop, ésta es la parte del museo que más me interesa, y en especial este cuadro. Con él tengo una relación mágica, pues la primera vez que lo vi en directo fue aquí, y me causó una conmoción total. Me dije: «Tengo que hacer una versión cuanto antes.» Entonces me vino a la cabeza la marca Sanex, y esa excusa me sirvió para realizar mi propia obra y seguir una línea de trabajo que ha sido la de fundir, en un mismo cuadro, una marca comercial con una referencia a otros artistas.»
¿Es éste el cuadro que más le gusta de Lichtenstein? «Es mi favorito del Thyssen, porque de Lichtenstein me gusta casi todo. Él y Warhol crearon el pop-art internacional y, cada uno con su estilo, revolucionaron el mundo del arte. Considero que tengo también otras influencias, por ejemplo de Goya y Velázquez, pero Lichtenstein y Warhol nos abrieron a la gente del post-pop unas puertas por las que los demás hemos entrado.»
Acabamos nuestro recorrido, que ha sido algo «exprés», en un cuadro de Rauschenberg titulado de igual manera. «El pop en pintura surge como respuesta al expresionismo abstracto, y en este «Express», lo más curioso, es que convergen elementos pop con algunos abstractos... Rauschenberg es otro de mis favoritos.»
Cinemaspop Luego, en la cafetería, al borde de unas fantas y unas aguas, De Felipe nos habla de sus proyectos -«la segunda parte de «Cinemaspop» se expondrá en la Casa de la Provincia de Sevilla el mes que viene, más tarde irá a la galería de María José Castelví de Barcelona y, en diciembre, visitará el museo de la Ilustración de Valencia»- y de lo fascinante que le parece el recorrido del Thyssen para pegarle un buen bocado a la Historia del Arte. También nos confiesa que, aunque no hay colgada ninguna de sus obras en este museo, Tita Cervera sí cuenta, en su colección particular, con alguno de sus trabajos.
Y no podía faltar, al hilo de la portada de un periódico deportivo, la preguntita sobre David Beckham. ¿Le gustaría incorporarlo a su galería de personajes? «¿Por qué no? Es un icono absolutamente pop. Creo que los artistas tenemos también que reflejar el momento que nos ha tocado vivir, y si ya he hecho retratos como el de Cindy Crawford... La verdad es que me parece muy sugerente; cuanto más lo pienso, más me gusta la idea de retratar a Beckham».
Contemplar en sus paredes las geniales pinceladas de la Historia es un lujo. Antonio de Felipe, abanderado del pop-art español, nos guía por este museo y nos cuenta sus debilidades. El pintor valenciano presentará el próximo mes, en Sevilla, la segunda parte de «Cinemaspop»
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