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¿MORIR DE RISA? VIVIR DE RISA

LA cantidad de veces que se meten los adolescentes el dedo en la nariz ha originado un sesudo artículo profesoral, y un registro en la oficina de patentes la invención de una taza luminosa de retrete, esplendor dirigido a los desorientados a través de la íntima oscuridad. Me admiran estas cosas de la nariz y el retrete porque no son ordinarias y me encantan desde un punto de vista diríamos que laboral, ya que llevo años meditando y recogiendo datos para un libro sobre lo cómico. Hay mucha seriedad en el asunto de lo cómico y en el de su secuela natural, la risa. Nietzsche opina que la risa es santa.

Mientras estaba yo ocupado en tales maravillas que harían reír a un ladrillo, me llegó el número de la revista Time del diecisiete de enero, y ¡coincidencia!, número dedicado a la felicidad, la alegría y la risa. Parece que la mayoría de los norteamericanos, según encuesta de Time, es dichosa y optimista. Un ochenta por ciento se despierta ya feliz de abandonar ese noviciado de la muerte llamado sueño; supongo que los fines de semana se despierta felicísimo. Respondiendo a la pregunta de cómo mejorar uno la buena disposición, el más frecuente recurso de los norteamericanos es hablar con la familia y los amigos; luego, escuchar música. A los lectores seguramente les sorprenderá que hacer ejercicio, comer y tener sexo no se cuentan entre las predilecciones de los encuestados. Las mujeres, además, valoran el sexo menos que los hombres.

Según se lee en Time, la risa ayuda a la comunicación y protege de las enfermedades (sobre todo si se ríe vigorosamente), resultando eficacísima para el funcionamiento del corazón y los pulmones. Excelencias que ya sabía yo, pero no sabía que hubiera «líderes de la risa», unos mil, quienes consuelan y arrancan carcajadas a los pacientes en residencias de ancianos y hospitales de Estados Unidos.Y no sabía que en el centro de Bombay cada mañana a las seis se reúne un montón de personas para reír juntas hasta dislocarse de gusto, y después volver tan compuestas al trabajo; su risa es altamente contagiosa, y no importa que los reunidos carezcan de motivo especial para reír. El doctor Madan Kataria fundó su primer club de la risa en 1995 y ya hay cerca de dos mil sólo en la India.

Aunque Platón considera a la excesiva risa «humillante», yo me atrevo, visto su mérito preventivo y curativo, a proponer algo que juzgo vital, atendiendo a la risa sin causa y también a la desatada por motivos cómicos. Ambos tipos de risa deben tener efecto cuando haya personas juntas, preferentemente muchas personas juntas.Y las mujeres, desoigan a Ovidio cuando escribe que se les deforma la cara al reírse. Es mentira.

Propongo, en el primer caso -el de la risa no procedente de lo cómico-, que se decrete un minuto de eso, de risa, antes de emprender cualquier clase de actividad. ¿No se guarda un minuto de silencio en memoria del que dejó este mundo? Ofrezco aquí algunas sugerencias mías. Los espectadores guarden un minuto de risa, antes del partido de fútbol. Los conferenciantes y sus oyentes familiares o parafamiliares, antes del esperado rollo. Guarden un minuto de risa los miembros del jurado de un premio literario, antes de sopesar la fabricación de acuerdos. Los periodistas de la gran sala de redacción, antes de endilgar a los lectores las peores noticias del día. Los asistentes a desfiles de modelos, antes de contemplar la lineal y oscilante población de desnudos. Los alumnos, antes del monólogo del profesor en el aula atiborrada. Los consejeros de administración de las empresas, antes de confirmar sus pérdidas. Los pasajeros de avión, antes de empezar el viaje tres horas más tarde. Los jefes de Estado, antes de charlar con otros jefes de Estado. El presidente y ministros del Gobierno, antes de cada Consejo ritual. Los diputados del Congreso, antes de disponerse a pelear, etc., etc. Tras un minuto de carcajadas formidables, ¿quién no habrá eliminado el estrés y no verá la vida color de rosa?

En el segundo caso -el de la risa procedente de la comicidad, por ejemplo, una caída o un chiste-, propongo algo absolutamente necesario. No un Día Mundial de la Risa, que ya existe, sino la celebración de concentraciones mensuales en la primavera, evitando fines de semana y puentes, del mayor número de personas ante los ayuntamientos de toda España, y el mismo día. Duración del evento, dos horas. Algunos deberán televisarse. Los alcaldes o alcaldesas hablarán desde los balcones del ayuntamiento a los ciudadanos, y si no destacan por sus gracias verbales o mímicas, podrán sustituirles aquellos que las posean. De eso se trata, de informar a los ciudadanos sobre temas de actualidad análogos a los que yo sugiero a continuación, y que se tiren al suelo de risa: «El Gobierno inglés se reunirá con el español para la urgente devolución de Gibraltar a España». «La guerra de Irak no tiene nada que ver con el petróleo». «Carod-Rovira se piensa presentar al concurso de Míster Catalonia». «Luis Roldán, antiguo director general de la Guardia Civil, jura que el dinero que falta lo repartió como limosna por las calles de España». «El tabaco es pecado mortal, pero no importa, así podrán encenderlo en las llamas del infierno». «Los sueldos de los licenciados en España acaban de subir el doble, ya ganan más de treinta mil euros al año, ¡una higa para Europa!». «El gasto militar en el mundo ha bajado de un billón de dólares a un millón». «Cuba, Corea del Norte y China disfrutan de libertad de prensa». «Ibarretxe ha pedido el Quijote en su idioma castellano para que lo lean en el País Vasco hasta los niños de teta». Más de Ibarretxe: «Como signo de su amor por Andalucía y sus bebés -no sólo por los nacidos en el País Vasco-, el lendakari ha mandado que importen de Jabugo cien mil chupetes con sabor a jamón». Más sugerencias: «Michael Jackson se ha metido a fraile».«Hemos pedido a los académicos de Suecia el premio Nobel de literatura para nuestro escritor Fulano de Fulánez tras explicarles que en Aldea del Valle ya es hora de que toque el premio». «Algunos intercambiables personajillos de prensa y tele expertos en chismes han pasado de la abundancia del cuerno al cuerno de la abundancia». La lista es inagotable.

No ignoro que nuestro país figura entre los más adelantados del mundo en expectación de vida, pero ¿por qué no vivir aún más e intentar los noventa años de promedio? Se lograría fácilmente (me apuesto un viaje a la luna) siguiendo mis recomendaciones de guardar el minuto de risa y atender a las convocatorias municipales. Estamos todos hartos de malas noticias, provengan de la sandez de los hombres o del terrorismo de la naturaleza. Un médico francés del siglo XVI, Laurent Joubert, afirmaba que reír demasiado produce obesidad. No lo creo. La gente puede llorar de risa, orinar de risa, defecar de risa, pero nunca engordar de risa. ¿Y morir de risa? Nunca. Vivir de risa será.

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