Ni mayoría absoluta, ni mayoria "excepcional", ni mayoría "indestructible". CiU no ha alcanzado el objetivo por el que Artur Mas adelantó las elecciones autonómicas, hacerse con el control del Parlamento autonómico para avanzar en su proyecto soberanista y, además, se ha despeñado por el camino, quedándose en 50 escaños, muy lejos de los 62 que consiguió en las elecciones de 2012.
Así, con el 90% de los votos escrutados, el resultado obtenido por CiU puede considerarse un fracaso en toda regla, que desinfla en parte el proyecto soberanista pero que abre un escenario si cabe más abierto a partir de mañana.
La alta participación, 69,90 %, la más elevada en unas elecciones catalanas, no ha servido para catapultar a Mas. En este escenario, el órdago independendista lanzado por los nacionalistas no ha servido para reforzar a CiU, sí en cambio para alimentar a ERC, que junto a la federación nacionalista, conformará con sus 20 escaños el bloque soberanista que quiere impulsar el referéndum o consulta de autodeterminación. A este frente se sumaría también ICV, 13 actas, y las CUP, con 3.
Si CiU confiaba en cabalgar la ola soberanista surgida de la Diada del 11 de septiembre para lograr al menos los 68 escaños de la absoluta, se ha encontrado finalmente con un panorama nada alentador: el ardor soberanista se ha desinflado a lo largo de la campaña, en paralelo a las denuncias de corrupción, abriéndose ahora un nuevo escenario en el que ERC, como en su momento sucedió con los dos tripartitos de izquierdas, va a tener la llave. Debilitada la posición de CiU, se da por descontado que ERC va a condicionar su apoyo al nuevo gobierno Mas a que no renuncie al proyecto separatista, a la vez que complica la gobernabilidad en una legislatura que, consulta al margen, va a seguir marcado por el signo de la tijera.
El apoyo del PP, con el que Mas ha podido aplicar hasta ahora la política de recortes, obviamente ya no es posible, aunque la resistencia del PSC, que pese a todos los vaticinios ha conseguido moderar la caída y perder solo 7 diputados -parecen muchos, pero las encuestas le daban entre diez y doce diputados menos- , y el espectacular crecimiento de Ciutadans, que pasa de 3 a 9 escaños, abren un nuevo escenario en la política catalana.