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Una red sin techo público

Una red sin techo público MARIANO CIEZA

DIEGO MURILLO

Cáritas Castilla-La Mancha afronta 2013 con la incógnita de conocer el nuevo modelo de atención al transeúnte

Las palabras del obispo de Ciudad Real, Antonio Algora a finales de 2012 alertando sobre la asunción de servicios por parte de la Iglesia como la atención a los transeúntes y drogodependientes, entre otros, son una señal de que la realidad del estado del bienestar se está resquebrajando no sólo en educación y sanidad, sino en aquellos que son más invisibles para la sociedad.

Pese a que la realidad mediática impere en cuestiones tan actuales como los desahucios, el impago de hipotecas y desamparos de familias a raíz de la falta de recursos e ingresos, miles de personas ya vivían en la calle, dando tumbos por albergues, centros de acogida, cajeros automáticos o el frío mármol de los bancos de la calle y parques de las grandes ciudades. Son los llamados sin techo.

Cáritas Castilla-La Mancha atendió en 2011 a un total de 10.336 transeúntes dentro del Programa de Personas Sin Hogar.

La ONG de la Iglesia católica ha construido durante los últimos años una amplia red de centros para dar cobertura a una región considerada de paso a la que llegan miles de personas en busca de alimentos, fonda y una salida para reconstruir su futuro y abandonar la permanente huida del transeúnte sin meta.

La provincia de Ciudad Real -entrada natural del sur de la región- es el corazón de esta red que la conforman los centros de Daimiel, Alcázar de San Juan, Puertollano y Ciudad Real, más otros centros de información, pisos de autonomía. Este programa ha estado financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que durante todo este tiempo ha entendido la necesidad de reforzar, con la colaboración de Cáritas, la obligación por ley de atender a los transeúntes en aquellas localidades de más de 20.000 habitantes.

Cáritas Ciudad Real ha utilizado estos centros como epicentros de la persona, es decir, que sirvieran a los sin techo como punto de inflexión y reflexión para insertarse de nuevo a la sociedad. Y no como meros albergues de paso.

La Casa de Abraham de Daimiel ha sido para cientos de transeúntes la meta a sus largas estancias en la calle. Ha sido la acogida durante largas estancias de personas que habían pasado por los distintos centros de la red de Cáritas como punto y final a su permanente huida de la pobreza y la marginalidad. Ahora esta red de centros de baja exigencia corre el peligro de convertirse en estrictos albergues de una noche, cama y vuelta a la calle.

Una red sin techo público

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