El hijo de todo un pueblo
Israel temía perder la pista de Shalit con el colapso de los regímenes árabes

No es la primera vez que Israel se paraliza en espera de una «inminente» liberación de Gilad Shalit, «el hijo de todo un pueblo», como su madre, Aviva, escribió en 2009 en su esfuerzo por implicar emocionalmente a toda la sociedad israelí en el objetivo de devolver a casa al soldado secuestrado. El único de los militares judíos desaparecidos en 60 años de conflicto que se cree que todavía está vivo.
Las protestas en favor de Shalit movilizaron en julio de 2010 a 200.000 personas en una marcha en Jerusalén que acabó ante la puerta de la residencia del primer ministro, Benjamin Netanyahu, de la que los padres, Aviva y Noam, prometieron no moverse hasta lograr resultados. Su presión parece haber dado sus frutos cuando se cumplen cinco años, tres meses y 15 días de la captura de su hijo. Pero también parecieron darlos mucho antes, a los tres años del cautiverio, momento en que se dio por hecha una transferencia del cabo Shalit a Egipto previa a su liberación. El intercambio contemplaba la excarcelación de 1.400 presos palestinos, 450 de ellos con sangre de atentados en las manos, lo que suscitó la oposición a cualquier acuerdo de los familiares de las víctimas que perecieron en aquellos ataques. Periodistas y televisiones de todo el mundo esperaron en vano en las fronteras de Gaza la salida del chico, que no se produjo. Hamás e Israel se acusarían después mutuamente, como otras veces, de haber cambiado las condiciones del acuerdo en el último momento.
Tel Aviv teme perder para siempre la pista de Shalit con el colapso de los regímenes árabes en la región. Hamás necesita que se afloje el embargo que atosiga la Franja de Gaza y, además, una liberación de presos le vendría muy bien de cara a las elecciones generales que se avecinan.
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