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El despertar de los bereberes de Libia

Las montañas Nafusa asisten a una explosión de esta identidad, hasta ahora reprimida por el régimen de Gadafi

El despertar de los bereberes de Libia d. i.

Daniel Iriarte

«Durante años se nos ha impedido ser nosotros mismos, no estábamos completos. Ahora empezamos a respirar», nos dice Sherif, un antiguo profesor de química devenido en oficial de inteligencia de los rebeldes libios. Como todos los habitantes de Nalut, Sherif no es árabe, sino bereber .

« En realidad, no nos gusta la palabra “bereber”, preferimos nuestro propio nombre, “amazigh” », afirma. No es difícil entender por qué: «bereber» es una derivación de «bárbaro», que es como los conquistadores romanos calificaron a los habitantes primigenios del norte de África. Pero estos siempre se llamaron a sí mismos «imazighen» (plural de «amazigh»), que significa «hombres libres».

Pero ser «amazigh» en la Libia de Gadafi nunca fue fácil. Tradicionalmente, el régimen ha abolido toda manifestación cultural bereber, incluyendo el idioma (el «tamazigh»), prohibido que se les diese nombres bereberes a los niños, y perseguido duramente a los activistas, a los que se acusaba de estar a sueldo de los servicios secretos occidentales. A finales de los 70, por ejemplo, arrestó y condenó a muerte a los líderes de la Asociación Bereber del Norte de África.

Si bien en el último lustro se han producido algunos gestos de aperturismo hacia esta etnia, liderados por el ubicuo hijo de Gadafi, Seif El Islam , estos no han tenido una plasmación práctica. Pero la presión nunca desapareció. En 2008, según un cable de Wikileaks, el propio Gadafi se vio forzado a amenazar a varios líderes tribales «imazighen» , diciéndoles: «En vuestras casas podéis llamaros a vosotros mismos bereberes, Hijos de Satán o lo que sea, ¡pero de puertas para afuera sois solamente libios!».

Por ello, cuando las montañas Nafusa se rebelaron contra el régimen, la explosión identitaria era inevitable. Hoy, los símbolos «imazighen» están presentes en cada pared, en cada graffiti, en las caras de los combatientes. Muchos jóvenes se pintan el rostro con la letra «yaz» (un semicírculo boca arriba, otro boca abajo, y una línea que las atraviesa), que representa al hombre libre. Unos pocos van más lejos, y, a falta de tatuadores, se lo graban a fuego en la piel.

Bereberes y árabes combaten juntos

Ahora, los boletines de los rebeldes de publican no sólo en árabe sino también en bereber, y en Jadu, el epicentro de este renacer, se ha puesto en marcha una estación de radio que emite en ambas lenguas. La emisora de televisión rebelde, «Al Hurra» , de Bengasi, tiene una hora diaria de noticias en «tamazigh», y comienzan a aparecer los primeros libros en esta lengua.

Y, tal vez lo más importante, se están creando escuelas para enseñar a los niños un idioma que sus padres sólo podían aprender a escondidas, en sus casas. «Aquel que estudia el “tamazigh” está bebiendo leche envenenada del pecho de su madre», declaró en una ocasión Gadafi, quien siempre ha jugado la carta sectaria, acusando a los bereberes de querer dividir el país.

La estrategia ha sido exitosa: incluso en un contexto en el que bereberes y árabes combaten juntos contra el régimen, la desconfianza mutua persiste. Los habitantes de Zintan –la única ciudad totalmente árabe en las montañas Nafusa–, que se precian de ser los combatientes más fieros y aguerridos de Libia, acusan a sus vecinos de no hacer lo suficiente en el esfuerzo bélico para acabar con Gadafi. Bereberes y árabes combaten en unidades militares distintas, cuyos comandantes no siempre logran ponerse de acuerdo.

A pesar de ello, la mayoría se muestra optimista: los bereberes, creen, tendrán un lugar propio en la futura Libia. «Ahora somos de verdad hombres libres», dice Sherif.

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