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La periodista Jill Abramson sustituye a Bill Keller como director de «The New York Times»

Abramson será la primera mujer directora en los 159 años de historia del periódico, tras ocho años como editora jefe

La periodista Jill Abramson sustituye a Bill Keller como director de «The New York Times» nyt

anna grau

« The New York Times » estará dirigido por una mujer por primera vez en sus casi 160 años de historia. Si esto fuese un partido de fútbol, diríamos que “sale” Bill Keller, que dirigía el rotativo desde 2003, y “entra” Jill Abramson , veterana periodista de investigación y jefa de la delegación en Washington. Ha sido también una de las manos derechas de Keller, con lo cual el nombramiento será explosivo por razones de género, pero por todas las demás es una apuesta de continuidad.

Abramson, que lee «The New York Times» en su casa desde que tiene uso de razón (si hay que creerla, lo leía incluso durante el período en que trabajó para la competencia, «The Wall Street Journal»), lo ha comparado con una especie de Biblia laica –“si lo dice el Times, es verdad”- y asegura que convertirse en su directora es como subir al cielo. Sólo que ella no dijo el cielo sino el «Valhalla», el paraíso de los guerreros del norte hacia donde cabalgan las walkirias wagnerianas, un toque erudito que resulta a la vez muy neoyorquino en el momento en que el ciclo del Rin arrasa en la Metropolitan Opera.

¿Significa eso que Bill Keller baja a los infiernos? No, si hay que creerle a él y al editor del periódico, Arthur Sulzberger Jr, que afirma haber recibido hace un mes la dimisión del director con “sentimientos encontrados”. Es decir, que en parte la quería y no la quería. Seguramente porque Keller ha logrado estabilizar el prestigio periodístico del Times en momentos de crisis, pero no ha tenido tanto éxito a la hora de estabilizar su modelo de negocio.

La llegada de Keller

Keller llegó en un momento delicado, cuando el anterior director, Howell Raines, tuvo que dimitir envuelto en oprobio; acababa de estallar el escándalo de unos artículos inventados de cabo a rabo por un reportero de la casa, Jayson Blair. Al nuevo equipo le tocó hacer limpieza pero también corregir algunos excesos del pasado, tales como la excesiva presión para conseguir «scoops» a cualquier precio, algo que, sin justificarlas nunca, quizás explique algunas desviaciones. Con Keller se impuso la exigencia serena, el rigor con sentido común, la ambición con estilo.

Por ejemplo e ste director supo verle el potencial a las filtraciones de WikiLeaks, sin por ello sucumbir al culto a la personalidad de su fundador , Julian Assange, ni dejar de percibir sus peligros. Es famosa su definición de qué le falta a WikiLeaks, que sólo el periodismo de toda la vida puede y debe aportar: “contexto, matices y escepticismo”. Eso incluye la capacidad de publicar en una página los documentos secretos de Assange y en otra un perfil de este tan ácido y tan certero, que casi se quedan fuera de la siguiente oleada de filtraciones. Assange intentó vetarles, sin éxito: el británico «The Guardian», temeroso de ser el único rotativo en lengua inglesa que daba aquella información, decidió saltarse el veto y compartir el material con los neoyorquinos.

Sin dejar de observar que una cabecera como la del Times tiende a estar inevitablemente sobrevalorada y a vivir un poco de rentas, no deja de reunir en su seno los resortes de un gran periódico, y Bill Keller ha sabido activarlos. Otra cosa es que ya esté harto. Porque la cuenta de resultados económicos no acompaña y la parte contratante de la primera parte del oficio de director de periódico cada día se come más a la segunda. Visto en negativo: Keller y sus editores están cansados de no ganar más dinero, o de no perder menos, entonces pactan un cambio de guardia . Visto en positivo: Keller ha enrumbado la nave en lo más negro de la tormenta, entonces corresponde a otros pasar a la siguiente fase, por ejemplo para atender el reto de cómo «monetarizar» la web. Y él se vuelve a escribir a tiempo completo, que dice que es lo que le gusta, y probablemente dice la verdad.

En tiempos se afirmaba que en un periódico sólo disfrutan el director y los reporteros pegados al terreno y a la calle, que todo lo que hay en medio son galeotes uncidos a una maquinaria feroz. Con la crisis y con la guerra de la publicidad y de las webs ahora el director es el último que se relaja, el que más padece y menos escribe. En sus últimas y raras misiones de enviado especial, Keller hallaba una dicha inenarrable en poder contestar preguntas que no fuesen sobre “el negocio”. Del 6 de septiembre en adelante, del “negocio” se ocupará Jill Abramson, y Keller será columnista a tiempo completo para el magazine del Times y para una sección de opinión dominical de nueva creación, Sunday Review.

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