Análisis
LA CAJA DE PANDORA
Siria es la pieza maestra de Oriente Próximo. Un cóctel de elementos altamente explosivos. Si el proceso de cambio no se controla, el país tiene todas las papeletas para convertirse en la Caja de Pandora de la región. Si Siria estalla, la guerra de Libia se convertiría en un conflicto menor, marginal. Hay que tener mucho cuidado cuando se agite la coctelera. «Si Siria estalla, Irak estallará, Jordania estallará y el Líbano será arrastrado por la corriente. Podríamos ser testigos de una guerra civil entre suníes y alauíes, extendida al mundo árabe en forma de conflicto entre suníes y chiíes», señala Hilal Jashan, politólogo de la Universidad Americana de Beirut.
Siria está gobernada como un cuartel por el clan de los Assad. Es una dictadura sin el menor margen hasta ahora para la libertad de expresión o el pluralismo político. Pero el régimen ha conseguido preservar la estabilidad y una cierta convivencia en su complejo laberinto de minorías étnicas y religiosas. Los Assad pertenecen a la minoría alauí —una rama emparentada con el chiismo—. Y los alauíes forman el núcleo duro del poder y de la corrupción que a éste le acompaña. La mayoría de la población es suní y, aunque los manifestantes, gritan democracia y libertad, la influencia de los islamistas Hermanos Musulmanes ha sido muy fuerte en el pasado en este sector. Más allá, el país es un complejo laberinto de kurdos, drusos, asirios y armenios, con una considerable colonia cristiana. La desestabilización de Siria implicaría a su vez la del Líbano.
Y precisamente es la guerra del Líbano de 1975 a 1990 el espejo en el que los sirios no querrían verse nunca. Lo que, por supuesto, no es excusa para que se eternice un régimen autocrático. Tampoco Siria podrá mantenerse al margen de una revolución árabe, que ya ha dicho basta a dictaduras cuarteleras y machismos patriarcales.
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