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Asalto en internet

Los activistas cuentan los disturbios del Sahara a través de la web

L. DE VEGA

«Me quedé junto al último grupo de saharauis que salió del campamento», cuenta a ABC la activista española Silvia García, que abandonó Gdeim Izik escondiendo en su melfa (ropa de la mujer saharaui) los vídeos que había logrado grabar del asalto al campamento-protesta por parte de las Fuerzas de Seguridad marroquíes en la madrugada del lunes.

«Estuve grabando un rato en la azotea, hasta que me tuve que bajar porque me lanzaban piedras» los militares. «Los saharauis trataban de defenderse y yo les seguía con mi cámara», añade esta canaria de la asociación prosaharaui Thawra, que poco después logró refugiarse en una casa de El Aaiún desde donde difundió a todo el mundo las imágenes del asalto a través de Youtube.

El reino alauí impidió el lunes que un grupo de corresponsales viajara al Sahara Occidental, pero el apagón no alcanzó a los teléfonos móviles y a internet, que se convirtieron en las principales armas con las que gritar al mundo lo que allí ocurría. Las redacciones de los medios de comunicación se llenaron de fotos y vídeos de lo que estaba ocurriendo. Y no eran periodistas los que lo contaban.

La agencia oficial de Marruecos, la Map, distribuyó imágenes de los agentes en medio del campamento ardiendo y ya sin sus habitantes. Rabat había logrado su objetivo aunque las fotografías mostraban la desolación y daban a entender que el desalojo no había sido voluntario.

De forma paralela los saharauis y los que les apoyan, con grupos como Thawra o Resistencia Saharaui (ambos tenían extranjeros dentro de Gdeim Izik) a la cabeza, daban su versión de los hechos. Las imágenes eran casi siempre de menor calidad que las de la agencia oficial, pero llenaban un vacío: barricadas, la ciudad ardiendo y los muertos de un bando y del otro. Era la confirmación del triunfo de un modelo de comunicación que los activistas saharauis llevan implantando desde hace un lustro.

El cibercafé de Dahane

«Ese señor aprovecha el dinero que Marruecos le ha dado para montar un cibercafé desde el que nos atacan». El que hablaba así en 2005 es un alto cargo del Ministerio del Interior marroquí refiriéndose al activista saharaui Brahim Dahane.

Dahane, nacido en 1965 y actualmente encarcelado en Marruecos, había sido indemnizado por el reino alauí, que lo había mantenido en los denominados centros de desaparición forzada entre 1987 y 1991, y, efectivamente, tenía abierta por entonces un cibercafé en El Aaiún.

Allí, además de conectarse a internet, se concedían entrevistas y se facilitaban contactos a reporteros. Este corresponsal fue incluso testigo de los amoríos a través de la webcam de un joven saharaui que acabó yéndose en patera para poder abrazar a su «cibernovia», una chica española.

La capital de la ex colonia estaba sumida entonces en la denominada intifada saharaui, que estalló en junio de 2005, y las organizaciones locales de derechos humanos aprendían de las nuevas tecnologías. Abrieron páginas web, bombardeaban con correos electrónicos y fotos, mantenían contacto con diplomáticos o convocaban reuniones lejos de los marroquíes. La culminación de ese movimiento fue el lunes. Los telediarios y las páginas de los diarios son la mejor muestra de ello.

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