Juan Carlos Mestre: «Todo poemario es un pabellón de insumisos»

Un pájaro de buen agüero llamó ayer a la puerta de «La casa roja», de Juan Carlos Mestre, libro por el que el poeta berciano ha obtenido el Premio Nacional de Poesía 2008. El jurado estuvo presidido por Rogelio Blanco, director general del Libro, y de él han formado parte, entre otros, los también poetas Joan Margarit y Olvido García Valdés, galardonados en la dos últimas ediciones, y Elena Medel.
Mestre recibía tranquilo y sereno la llamada de ABC, y con cierta austera distancia la noticia del galardón, que le traía a la memoria otras voces ya perdidas, y su deseo de hacer justicia, poética, cuando menos: «Los premios carecen de importancia, sobre todo cuando hay tantos admirables poetas que no han tenido la justicia del gran reconocimiento. No me puedo olvidar ahora de dos personas desaparecidas este año, José Miguel Ullán y Antonio Pereira, poetas que han sido referentes para mí en todos los órdenes de lo literario y lo personal».
Proyecto espiritual
Pintor y creador visual, además de vate de larga trayectoria, autor de libros como «Antífona del otoño en el Valle del Bierzo» y «La tumba de Keats», Juan Carlos Mestre escribió «La casa roja» (Ed. Calambur) durante nueve años, un libro de alguien que asegura que no tiene «una relación literaria con la poesía. En ese sentido, comparto la idea de Gamoneda cuando señala que poesía es un proyecto espiritual y no un proyecto de sociología de lo literario».
Mestre abre de par en par la puertas de «La casa roja», un lugar que es «una casa de huéspedes abierta a los desterrados de la razón, a aquellos que han hecho de su vida una apuesta por la imaginación, por los sueños, aquellos que en las amargas canteras de la Historia levantaron su voz para desobedecer». Un hogar imperecedero para un puñado de inquilinos conscientes de que «no hay más alto destino para el arte que no sea el elogio de la dignidad humana y la lucha por el derecho civil a la felicidad».
Juan Carlos Mestre desgrana los versos a través de las habitaciones de esta casa, situada «en un territorio de acarreo que es fundamentalmente el territorio de la poesía, porque en ella caben todas las posibilidades. Un libro de poemas no es un regimiento en el que haya que guardar algún estricto orden de discursos, sino que es un pabellón de insumisos, todo libro de poemas es un pabellón de insumisos, y la poesía ese lugar donde se hace de manera más radicalmente fehaciente el postulado de que la libertad es la primera obligación de aquellos que establecen los derechos civiles de las palabras como utopía para acercarnos a un porvenir más digno...».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete