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Greipel acaba con el último lince

Hace tiempo que el lince perdió la batalla contra las escopetas. Las últimas parejas agonizan hoy por Sierra Morena. La falta de conejos, los atropellos, la endogamia, los virus, los cepos, los disparos... Demasiados enemigos para el único felino que le queda a Europa. Sierra Morena es su refugio final, quizá la tumba. Allí se apagará su bufido. En el paraíso vegetal que une Andalucía con La Mancha. El lugar al que se retiró Don Quijote para hacer penitencia. En esa sierra oscura, quebrada y tortuosa que sigue siendo tierra de nadie. Sólo en espacios así, sin grilletes, puede vivir el lince. Una especie en extinción. Como Jesús Rosendo, el ciclista que ayer cruzó solo Sierra Morena. Condenado a perder la etapa que luego ganó Greipel al sprint, pero superviviente de un ciclismo anterior, el de pico y pala. El viejo deporte del que ya sólo quedan algunos dorsales como el de Rosendo. Linces.

Por Sierra Morena se sube a Puertollano. Otro mundo que aparece de repente. Las chimeneas de la central térmica, las vías del tren, el cráter de la mina de carbón, los tubos y tripas de la refinería. Hasta allí nunca llegó el lince. Ni Rosendo. El pelotón caza al acecho. Rodea, se acerca y por fin dispara. Acabó con el único fugado del día a menos de veinte kilómetros de la meta. El Columbia, un equipo respescado casi al pleno tras entrar fuera de control en la etapa de Sierra Nevada, desplegó su hilera. Para Greipel. Valverde, Samuel, Gesink, Mosquera, Evans y Basso rezaban para no caerse. Tuvieron tregua y suerte. Ganó Greipel y el que se cayó fue Julian Dean.

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