El pájaro de la foto tiene tres metros de envergadura. Y no es un pájaro cualquiera: es un buitre negro, de los pocos que quedan ya en Europa. Así que su manejo es tan complicado como delicado. El hombre de la foto, aunque
pueda parecer que intenta atraparlo, en realidad está liberando al buitre, que había sido gravemente herido por unos cazadores. Al ser una especie en peligro de extinción, fue curado y reintegrado en su hábitat en las montañas de Turquía.
El buitre negro hipnotiza con su vuelo majestuoso, silencioso, suave. Despliega su enormes alas (puede llegar a tener una envergadura de tres metros), yergue el cuello y planea sin batir las alas. Es un animal extraordinario, espectacular y muy español. Aquí viven 1300 de las 1700 parejas censadas en Europa. Es un triunfo, porque estas aves están amenazadas por los venenos, la eliminación de carroñas, que son su alimento, y la deforestación. A veces también los cazan. A menudo los abaten los pastores porque sospechan que son un peligro para sus rebaños y no es así.
Son tantos los obstáculos para su expansión que la población de buitres negros ha disminuido notablemente en Europa. En España, sin embargo, no les va mal. Se mueven por Extremadura, Castilla La Mancha, Castilla León, Andalucía Madrid y Mallorca. Están funcionando algunos programas para ayudarlos a multiplicarse. En Castilla y León, por ejemplo, hay 585 parejas reproductoras distribuidas en seis núcleos de nidificación, con 21 colonias de reproducción. Y en Mallorca se ha pasado de 19 a 300 buitres negros. Se arrancó con una única pareja reproductora y ahora hay 45.
El Aegypius monachus es una de las cuatro especies de buitres europeos; sus 'primos' continentales son el buitre leonado, el alimoche y el quebrantahuesos. El negro es un comensal raudo y exquisito. Es de los primeros en detectar la carroña y de los primeros en llegar al banquete. Y una vez ante la pieza, se pone sibarita: desgarra la piel del animal muerto y se lanza sobre el bocado más apetitoso, los músculos y desdeña las vísceras.
Tras el atracón, igual que otras aves como los búhos, regurgita lo que su aparato digestivo no logra eliminar: uñas, pelo o piel que suelta en unas bolas que se llaman egagrópilas y que a los científicos les encantan porque están cargadas de información sobre hábitos alimentarios.
También cazan. Lo hacen en pleno vuelo y sus víctimas son animales pequeños como ardillas, lagartos, conejos o tortugas. Si están criando, llevan pronto el alimento al nido. Son unos padrazos los buitres negros, y muy monógamos. Una vez emparejados, la unión es para siempre. Cada año la pareja regresa a su nido y lo repara y acondiciona para aumentar la familia.
La hembra pone un único huevo y ambos se turnan en incubarlo durante 55 días. Cuando la cría ha nacido también se turnan en su cuidado. Siempre se queda uno de los progenitores en casa con el polluelo mientras el otro busca el sustento.
Es alentador que los programas de protección funcionen.