Aparcada en un cráter de Elysium Planitia –una llanura en su región ecuatorial–, la sonda InSight, de la NASA, lleva desde febrero de 2019 enviando información sobre la actividad sísmica en Marte. Ha detectado cientos de 'martemotos'. Menos intensos que nuestros terremotos, pues nunca
superan la magnitud 4, la mayoría serían imperceptibles. Buena noticia para los futuros colonos... Los científicos han aprovechado este caudal de datos para dibujar un croquis de la estructura interna del planeta rojo, como si cortaran una tarta con un cuchillo.
La sonda InSight aterrizó en Marte el 26 de noviembre de 2018. Está equipada con instrumentos para analizar el interior, el subsuelo y la evolución geológica temprana del planeta. El presupuesto de la misión alcanza los 830 millones de dólares.
NASATres estudios publicados de una tacada en Science y firmados por decenas de científicos describen las diferentes capas del subsuelo marciano. Si Julio Verne imaginó un viaje al centro de la Tierra, los investigadores han utilizado los datos de la sonda de una manera no menos original. Se han servido de los dos tipos de ondas que se forman en un seísmo. Las P, parecidas a las acústicas, se mueven más rápido y pueden atravesar sólidos, líquidos y gases. Las ondas S, más lentas, solo atraviesan sólidos, por lo que rebotan al llegar a zonas magmáticas.
Las diferencias de velocidad y orientación entre unas y otras han sido interpretadas mediante modelos matemáticos e inteligencia artificial para hacer una especie de ecografía del interior de Marte sin perforar y superando, además, otra limitación: en nuestro planeta hay cientos de estaciones sismográficas, en Marte solo una. «Esta es la primera vez que tenemos una visión de lo que hay en el interior de otro planeta», subraya Sanne Cottar, sismólogo de la Universidad de Cambridge. Y destaca que ahora entendemos mejor cómo se formó Marte, por qué se convirtió en un desierto yermo y helado, además de comparar su evolución geológica con la de la Tierra. «Ambos planetas están construidos con los mismos ladrillos, pero el resultado es muy diferente», resume.
→ CORTEZA. Una superficie con un 'Himalaya' de los volcanes.
La corteza marciana es algo más gruesa por término medio que la terrestre; tiene entre 20 y 39 kilómetros de espesor y está formada por dos o tres capas; la primera, bastante liviana y muy golpeada por meteoritos. La proliferación de volcanes se debe a la riqueza de minerales radiactivos y caloríficos. El monte Olimpo, el pico más alto de Marte (y de todo el sistema solar), tiene 22,5 kilómetros de altura, casi el triple que el Everest. Está casi apagado, aunque hay indicios de una pequeña actividad, y ya hay alpinistas soñando con escalarlo si Elon Musk consigue llevarnos allí.
→ MANTO. Durísimo y sin choque de placas tectónicas.
No es tan profundo ni hay tanta presión como en el terrestre, en el que una zona caliente y densa de roca sirve de aislante térmico que atrapa el calor del núcleo. Esto indica que Marte se enfrió muy rápido en comparación con la Tierra. Tampoco hay evidencias de actividad tectónica de placas, mecanismo impulsor de la actividad sísmica. Que no haya placas chocando puede deberse a que la litosfera (formada por la corteza y la zona más externa del manto) es muy difícil de resquebrajar. Entonces, ¿por qué hay 'martemotos'? Por el enfriamiento y la contracción de la corteza. Más que temblores, son escalofríos.
→ NÚCLEO. Un corazón ligero con hidrógeno y oxígeno.
Un equipo al mando del sismólogo suizo Simon Stähler ha medido la profundidad del núcleo, a unos 1550 kilómetros de la superficie. Su densidad es sorprendentemente baja: seis gramos por centímetro cúbico. Esto indica que no solo estaría formado por hierro y níquel, como el de la Tierra, sino que debe contener elementos más ligeros, como sulfuros, oxígeno, hidrógeno y carbono. En su juventud –hace unos 4000 millones de años–, Marte debió de tener magnetosfera, el campo magnético que nos protege de radiaciones y vientos solares y produce las auroras boreales.