La ciencia de los viajes
¿Por qué suspiras al ver esta foto? Las claves para unas vacaciones perfectas
Los investigadores han descubierto que hasta una escapada mínima tiene efectos inmediatos en el estrés. Y sus efectos duran ¡45 días! Incluso existe un componente genético que nos predispone a hacer más las maletas. Recorremos el camino de la ciencia para encontrar las claves de las vacaciones perfectas. Viajar nos da placer... y tiene una explicación
Serían las ocho o las nueve de la mañana. Estaba en una playa paradisiaca en Boipeba, una isla cerca de Salvador de Bahía (Brasil). Y sentí una plenitud que casi no lograba entender. ¿Cómo me podía sentir tan bien estando tan lejos de mi casa, mi familia, mis amigos?». Habla Laura Vendrell, coach y viajera, que en 2013 decidió tomarse un descanso que acabaría cambiando su vida. Del trabajo en una multinacional a un recorrido de meses por Sudamérica. El episodio en Brasil es mucho más reciente: una escapada en septiembre del año pasado. «Suena a topicazo, pero sentí la felicidad interior de saber que estaba donde tenía que estar». Hoy, en parte gracias a las experiencias vividas en sus múltiples escapadas –«siempre que tengo una crisis existencial me hago un viaje para aclararme», explica–, Laura es coach y conferenciante. «¿Por qué sigues viajando cuando has visto las cascadas más impresionantes, el desierto de Atacama o las selvas de no sé dónde?», se pregunta. «Para descubrirte a ti mismo a través de las experiencias que vives en el viaje, de las personas que encuentras en el camino», concluye. «Los que somos adictos a viajar no podemos parar».
Predispuestos a viajar
¿Adicción, descubrimiento interior, felicidad? ¿Qué tiene el viaje que nos hace disfrutarlo tanto? «Todo estímulo nuevo supone que el cerebro se tiene que poner a trabajar. Se generan nuevas conexiones neuronales o incluso nuevas neuronas. Para ello es clave salir de la rutina», explica el doctor José Manuel Moltó, director médico del hospital Virgen de los Lirios de Alcoy y portavoz de la Sociedad Española de Neurología. «Además, todo lo que supone estimulación implica bienestar. Y el propio ejercicio físico que a menudo implica el viaje turístico favorece los circuitos del placer». Y se liberan endorfinas, dopamina, serotonina… las hormonas relacionadas con el estrés, el bienestar o la alegría. Y no hace falta que se trate de un gran viaje. Un estudio realizado en la Universidad austriaca UMIT Tirol comprobó el efecto de una breve escapada, de cuatro días, en el bienestar y el estrés percibido en mánager empresariales. ¿Resultados? Unas vacaciones, incluso breves, tienen efectos inmediatos en la percepción del estrés. Y duraderos: son todavía patentes 45 después.
También preparar el viaje produce bienestar y la experiencia es mucho más placentera emocionalmente que comprar bienes materiales
Precisamente, hay quien ha visto en uno de los receptores de la dopamina, el gen DRD4-7R, un componente genético vinculado a mayor predisposición a viajar. Quien tenga este gen en su ADN tendrá una menor sensibilidad a la dopamina, lo que es posible que lo lleve a manifestar conductas de riesgo o aventureras. Se asocia a la curiosidad, la inquietud… y los viajes. Nuestro genoma está compuesto por más de veinte mil genes, y no es posible reducir a uno solo la predisposición al viaje, pero diversos estudios han asociado esta mutación genética a la migración humana. Un estudio liderado por científicos de la Universidad de Harvard y de la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston encontró una mayor frecuencia del gen DRD4-7R en las poblaciones cuyos ancestros emigraron largas distancias desde su origen africano.
En alemán, ese idioma tan lógico y racional que, sin embargo, vio nacer al Romanticismo a finales del siglo XVIII, hay algunas palabras que han triunfado entre viajeros. Wanderlust es el impulso viajero. Un concepto que ha traspasado barreras idiomáticas: en Instagram, el hashtag #wanderlust cuenta con más de 140 millones de entradas. Menos conocido es el término fernweh, que significa la nostalgia por viajar. Algo que nos invade especialmente en estas fechas veraniegas…
Quienes viajan regularmente a más de 120 kilómetros de su casa son un 7 por ciento más felices, según un estudio de la universidad de Washington
¿Estarías más satisfecho con tu vida si viajases con más frecuencia? Este interrogante servía por título para un artículo científico elaborado por Chun- Chu Chen, profesor en la Universidad Estatal de Washington. Tras preguntar a 500 participantes cuánto tiempo dedicaron a planificar viajes y cuántas escapadas realizaron en los 12 meses previos, encontró que quienes aseguraron alejarse regularmente más de 120 kilómetros de sus casas eran un 7 por ciento más felices que quienes no lo hacían. Otro estudio liderado por Thomas Gilovich –profesor de Psicología de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) y autor de varios estudios relacionados con la felicidad– revelaba que invertir en experiencias, ya sea un viaje o un concierto, es, a la larga, más satisfactorio que la compra de bienes materiales. «Las experiencias –explica– crean recuerdos para toda la vida». Incluso antes de embarcarse en un avión, los beneficios del viaje ya comienzan a manifestarse. Hay otra palabra, en este caso de origen sueco, que lo resume bastante bien: resfeber, que se refiere a la emoción que se produce antes de lanzarse a la aventura. La planificación del viaje ya implica bienestar, dice otro estudio. Quien no lo haya hecho todavía quizá deba ponerse manos a la obra… en aras de su propio bienestar.
Claves para unas vacaciones plenas según la ciencia
Vive intensamente: Que las vacaciones sean más largas no significa necesariamente que sean mejores, pero sí influye la intensidad. «Realizar actividades que nos absorban por completo suele ser muy positivo», dice la psicóloga Elizabeth Dunn. No tienen por qué ser actividades físicas, pero sí que deben tener un componente de exploración y de variedad.
Las vacaciones son el elixir de la vida: No tomarse vacaciones acorta la vida. Esta es la conclusión de un estudio de la Universidad de Helsinki. Los que se cogían menos de tres semanas de vacaciones al año tenían un 37 por ciento más de posibilidades de morir antes. También se ha comprobado que aparecen mutaciones beneficiosas a partir del sexto día de descanso.
Prueba a dormir de otra manera: Cada vez hay más evidencias científicas de que dormir ocho horas por la noche de un tirón es antinatural. Ninguna civilización lo hacía hasta la Revolución Industrial. Lo habitual era irse a la cama un par de horas después del anochecer, despertar de madrugada, leer un rato, o tener sexo, o rezar… Y luego seguir durmiendo hasta el amanecer.
Planificar con cabeza: Matthew Killingsworth, de la Universidad de Pensilvania, afirma que la planificación fomenta una perspectiva optimista. «Como humanos, pasamos gran parte de nuestra vida mental viviendo en el futuro. Y puede ser una fuente de alegría si sabemos que se avecinan cosas buenas, sobre todo si se trata de viajar». Pero no se pase: hay que dejar cierto margen a la improvisación.
Alargar el efecto vacacional: El efecto relajante o euforizante, por lo visto, empieza a desvanecerse en las primeras dos semanas después de la vuelta al hogar y se disipa por completo al cabo de seis. Las investigaciones sobre la felicidad sugieren que las personas pueden revivir el sentimiento que les produjo una experiencia hablando de ella.
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