el oasis catalán
Desafío
«¿Por qué el Gobierno se ve obligado a presentar recurso de inconstitucionalidad? Porque, el Govern se empeña en jugar a ser Estado»
El Gobierno -después del escrito de la Abogacía del Estado- solicita el informe previo preceptivo al Consejo de Estado antes de interponer recurso de inconstitucionalidad contra la Declaración de Soberanía del Pueblo de Cataluña. Sí, la declaración que «por razones de legitimidad democrática» otorga «carácter de sujeto político y jurídico soberano» al «pueblo de Cataluña». ¿La reacción del Govern? Previsible: que si un atentado contra la democracia, que si el Estado prohíbe la expresión democrática del pueblo catalán, que si leyes y constituciones no pueden impedir el derecho a decidir del pueblo de Cataluña. Lo de siempre: una buena dosis de victimismo aderezado con trazas de demagogia y populismo.
A estas alturas -la legalidad vigente dice lo que dice y la Declaración y lo que conlleva solo sería viable previa reforma de la Carta Magna-, pocas dudas hay sobre la inconstitucionalidad de la mencionada Declaración y del referéndum o consulta que eventualmente pueda organizarse sobre la independencia de Cataluña. En cualquier caso, el Alto Tribunal -podemos dar casi por seguro que el Gobierno presentará el recurso de inconstitucionalidad- fallará lo que deba. Más allá -o más acá- de la legalidad está la política. Veamos. ¿Por qué el Gobierno se ve obligado a presentar el recurso de inconstitucionalidad? Porque, el Govern se empeña -continúa empeñado- en jugar a ser Estado. Es decir, se obstina en superar los límites propios de una Comunidad Autónoma del Reino de España. Ante tamaño desafío -la secesión-, el Estado reacciona. Y lo hace reclamando el cumplimiento de la ley. Ni más ni menos. ¿Qué puede ocurrir? A corto plazo, la reunión prevista -secreta, dicen desde la Generalitat: si es secreta, ¿por qué se publicita?- entre Mariano Rajoy y Artur Mas puede fracasar. Quizá sea lo que busca el Govern. Y es que un nuevo portazo -la culpa, como siempre, del Estado- le vendría de perlas a un Govern asaetado por los cardos del jardín en que se ha instalado.
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