Los rivales de Sarkozy, dentro de su propio partido

Una carrera de obstáculos hasta el Elíseo

Sarkozy ha anunciado finalmente su vuelta a la política francesa. En un plan de tres fases, el expresidente francés tiene lista su «operación reconquista»: cambiar de nombre a su partido, «recentrar» su línea política, unir todas las familias del centro y la derecha, rejuvenecer su «guardia pretoriana», presentarse como la «alternativa natural» a un François Hollande que ha hecho retroceder el puesto de Francia en el mundo, empobreciendo a los franceses.

Sin embargo, mucho antes de lo previsto aparecieron tres rivales de distinto tonelaje para dirigir la cabeza de su partido, UMP. Alain Juppé (ex primer ministro de Jacques Chirac), François Fillon (ex primer ministro de Sarkozy) y Xavier Bertrand (ex ministro de trabajo de Sarkozy) anunciaron sus respectivas candidaturas a la jefatura del Estado, plegándose a la disciplina de unas elecciones primarias organizadas por la UMP.

Alain Juppé; ex primer ministro de Chirac

Jacques Chirac afirmaba que Alain Juppé, su entonces primer ministro, era el hombre político más brillante y con más futuro de su generación.

Juppé soñó con ser candidato a la sucesión de Chirac. Pero cayó en el campo del deshonor de los escándalos de la alcaldía de París. Sarkozy lo repescó como brillante ministro de Asuntos Exteriores. Juppé sueña con eliminar a Sarkozy de una nueva carrera hacia el Elíseo. Enemigo temible.

François Fillon; ex primer ministro de Sarkozy

Caso inaudito en la historia de la V República: François Fillon fue primer ministro de Sarkozy durante todo su mandato presidencial. De esa cohabitación quedó una complicidad cierta, una lealtad indiscutida, muchos sapos y culebras tragados y una ambición de revancha. Fillon sueña con derrotar a Sarkozy en el campo del honor de la candidatura a la presidencia de la República. Tras el trato afable y cordial, Fillon oculta una sorda sed de venganza.

Xavier Bertrand; ex ministro de Sarkozy

Como ministro de Trabajo de Sarkozy, Bertrand fue un hombre afable, tranquilo, dicharachero, capaz de contar chistes en un español macarrónico. Pasaba por ser un blando, siempre dispuesto a poner la alfombra al paso de los poderosos. Perdido el ministerio, se descubrió una vocación inesperada de jefe del Estado. Y va de micrófono en micrófono contando que confía en su «destino nacional». Enemigo menor pero rencoroso.