
La ultraderecha y los populistas, condenados a ser parias en la Eurocámara
No podrán formar alianzas de peso en el Parlamento Europeo. España e Italia jugarán un papel central en la Unión
Actualizado: Guardar 1234567Le Pen debilita a Francia

Marine Le Pen, eufórica, tras conocer los resultados de las europeas, este domingo en Nanterre - afp El invierno del descontento ha llegado a Europa. Los partidos que odian a la Unión, los antisistema, los ultras de izquierda y derecha, y los proteccionistas de uno y otro lado, han logrado grandes avances. Aunque dentro del Parlamento Europeo no vayan a tener mucho poder, tampoco se puede relativizar su resultado. Es el síntoma del miedo y del rechazo a muchas de las políticas que se han llevado a cabo. Y es el aviso de que la Unión, inevitablemente, va a cambiar en el futuro. Aunque las líneas de fuerza del cambio que llega son contradictorias, el actual equilibrio de poderes se va a ver muy afectado por la pérdida de influencia de Francia, el reforzamiento del eje italo-español y la inminente arremetida contra las políticas de austeridad de Merkel.
El enfermo de Europa
La victoria de la extrema derecha del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen en Francia no solo es un terremoto para la política interna en ese país. Es también un duro golpe para la influencia de Francia en la Unión. «La legitimidad de Francia en Europa está debilitada», reflexiona Dominique Moisi, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales. El Frente Nacional influye decisivamente en el debate y en la política interior gala. Pero no puede soñar con marcar la política europea. Después de todo, de los 751 escaños de la Eurocámara, 521 estarán ocupados por europeístas. Le Pen ni siquiera podrá ponerse de acuerdo con los euroescépticos británicos y los ultranacionalistas nórdicos. Seguirá siendo un paria en la Unión. Pero será la principal representante de Francia en la Eurocámara. Francia es más que nunca el enfermo de Europa. Su relación con Alemania es cada vez más desequilibrada. Y su debilidad económica fragiliza aún más su poder. Francia tiene las mayores tasas impositivas de Europa después de Dinamarca. Su competitividad con respecto a Alemania no ha hecho más que empeorar. Y el voto a la extrema derecha es también un voto contra las reformas económicas. Ahora bien, todo ello no quiere decir que Alemania vaya a reinar en solitario en Europa.
El refuerzo del sur

El primer ministro italiano, Matteo Renzi, durante una rueda de prensa este lunes en el Palacio Chigi, en Roma - efe Al contrario de lo ocurrido en Francia, el voto en España e Italia legitima y refuerza la política europea de ambos países. Merkel, Rajoy y Renzihan sido los únicos grandes líderes de gobierno que no han perdido las elecciones. Y, a diferencia de Francia, en Italia y España los partidos europeístas siguen dominando el panorama. Los diputados del Frente Nacional serán parias en la Eurocámara. Los españoles e italianos jugarán un papel central. Con la excepción de los «grillinos» italianos, las fuerzas políticas de España e Italia están para jugar un papel positivo. No para deambular en busca de la inencontrable bomba que dinamite la Unión. España es un país que ha acometido fuertes –y dolorosas– reformas. Y la arrolladora victoria de Matteo Renzi en Italia es un espaldarazo a su ambicioso programa de reformas. En tanto Francia se repone de su convalecencia, a España e Italia, con sus credenciales reformistas, su voto a favor de Europa y sus políticas positivas, les corresponde el papel de equilibrar la estrategia de los países del norte y el hasta ahora omnímodo poder de Merkel. Renzi ya lo ha advertido: «Italia existe. Italia es más fuerte que todos los miedos que la atenazan y será capaz de influir en Europa», clamó. La única diferencia entre España e Italia es que en nuestro país ya se han realizado muchas de las reformas y en Italia, por ahora, solo se han anunciado.
Angela Merkel busca alianzas

Angela Merkel, durante una reunión de la CDU para analizar los resultados de las europeas, este lunes en Berlín - efe La canciller Merkel no se ha inmutado por el resultado de las elecciones. Fiel a su proverbial perseverancia, su mensaje tras el seísmo provocado por el voto europeo es que la Unión debe insistir en la política seguida hasta ahora: «Una política de competitividad, de crecimiento y de empleo es la respuesta» para reconquistar al electorado. «Lo que también vale para Francia», remacha. En otras palabras, más austeridad. La canciller ya ha programado una cita para el 9 de junio con los líderes del Reino Unido, Suecia y Holanda. Estos son los países de la línea dura norte, contribuyentes netos, partidarios de reducir los mecanismos de solidaridad y cohesión. Si Alemania se alineara con esos estados, la Europa social quedaría tocada de muerte. Lo que a su vez debilitaría la cohesión y la fuerza interna de la Unión. El intento de algunos partidos tradicionales de robar votos a los populistas con alardes de nacionalismo insolidario siempre puede jugar a favor de esa tendencia.
El populismo, síntoma de desesperación

François Hollande y Manuel Valls se disponen a estrecharse la mano tras una reunión este lunes en el Elíseo - reuters Pero el voto populista es también síntoma del dolor y el desaliento causado por la política de austeridad. El fenómeno es especialmente claro en Francia, donde el Frente Nacional se nutre en buena parte del voto de obreros, jóvenes, desempleados y clase media baja de la provincia profunda. Al presidente galo, François Hollande, no le queda más remedio que seguir saneando las cuentas si no quiere que su país siga perdiendo credibilidad. Pero tendrá que dar la batalla para suavizar la política de austeridad de Merkel. O deberá hacer frente a una sublevación interna en su propio Partido Socialista. Tendrá el apoyo de Matteo Renzi. Y es previsible que se trace el campo de batalla en el próximo semestre, en el que Italia asume la presidencia de la Unión.
Europa sin el Reino Unido

El líder de UKIP, Nigel Farage, durante una rueda de prensa este lunes en Londres - efe El Reino Unido debe jugar un papel esencial en Europa. Pero la victoria del eurófobo UKIP va a distanciar aún más a este país del continente. En la práctica, el euroescepticismo del UKIP se va a traducir en una mayor presión por el aislacionismo frente al continente. Euroescépticos siempre lo han sido y lo siguen siendo los «tories». Los eurófobos del UKIP son aislacionistas. Resulta difícil imaginar una Europa en la que el Reino Unido juega un papel marginal. Pero esa es la realidad en la que tienden a plasmarse las corrientes aislacionistas británicas. Es sintomático el batacazo sufrido por los liberal-demócratas, el único partido abiertamente europeísta del Reino Unido.
La excepción al euroescepticismo es Escocia, cuya sociedad sí se siente más ligada al continente. El efecto perverso de esta corriente es que un fuerte distanciamiento de Europa de los partidos fuertes británicos provoque, como rechazo, un mayor apoyo de la población escocesa a los independentistas.
La izquierda, al margen

Alexis Tsipras, líder de la Izquierda Radical (Syriza), celebra con sus seguidores los resultados - efe La izquierda más radical mantiene el tipo y tiene en Alexis Tsipras, líder de la formación helena Syriza, a una figura carismática. Pero no va a tener muchas oportunidades de formar alianzas en la Eurocámara. Desde la fundación de la Unión Europea, los socialistas han mantenido una fuerte colaboración con los populares sin merma de su lógica rivalidad ideológica. La Unión Europea nació de la alianza de la democracia cristiana y la social democrácia para levantar un continente en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial. Y si muchas cosas van a cambiar en Europa, esta colaboración no tiene visos de que vaya a verse afectada en el próximo futuro.
La colaboración de la socialdemocracia con la izquierda radical le pasaría factura electoral en varios países y es asunto casi tabú en Alemania. Por otro lado, por más que Tsipras cante victoria, tampoco va a poder descabalgar a la coalición de gobierno en Grecia. Los conservadores de Samaras han logrado mantener el tipo. Y si unen sus votos a sus socios de gobierno, los socialistas del Pasok, siguen superando a los izquierdistas. Asunto diferente es que el auge de Syriza sea síntoma de la desesperación causada por los ajustes de caballo impuestos en Grecia.
Alianza de partidos fuertes

El candidato del PPE para la presidencia de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, este lunes en Bruselas - efe Populistas, eurófobos y ultras, por más votos que hayan ganado, no tienen ninguna posibilidad de aliarse ni en el Parlamento Europeo ni en ninguna institución del Viejo Continente. Al cómico Beppe Grillo ni se le pasa por la imaginación aproximarse a la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, a quien ve también como a una figura del viejo régimen. Los eurófobos del UKIP no quieren ser tachados de ultraderechistas para no perder el voto respetable que han cosechado. Lo mismo les ocurre a los ultranacionalistas de los países nórdicos, que son a veces eurófobos y, a veces, antiinmigración, pero que se presentan como formaciones convencionales para la clase media. Y los neonazis de Amanecer Dorado están al margen del juego. Todos estos países tienen una fuerte influencia sobre el debate interno y las políticas de sus respectivos países. Pero en el Parlamento Europeo lo más que podrán hacer es presentar iniciativas condenadas al fracaso y organizar algún que otro show puntual.
Populares y socialistas mantendrán su colaboración, pero también deben cuidar de preservar sus diferencias ideológicas. El dilema ante el que se encuentran es que, si estrechan su colaboración, pueden debilitarse a largo plazo. Y si se enfrentan más de la cuenta, debilitarán la fuerza del Parlamento Europeo. La primera batalla en la que tendrán que retratarse es la de la designación del futuro presidente de la Comisión Europea. El líder de los populares, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, ha afirmado que ese cargo debe ser suyo, ya que su grupo ha ganado las elecciones. Pero el Partido Popular Europeo (PPE) no tiene mayoría absoluta. El apoyo del Partido Socialista Europeo (PSE) sí le daría un respaldo incontestable. Pero los socialistas quieren cobrar un alto precio por su eventual paso adelante. El presidente de los socialdemócratas alemanes, Sigmar Gabriel, ya ha pedido a Juncker que renuncie al apoyo de los diputados populares de Silvio Berlusconi y del partido del primer ministro húngaro, Víctor Orban. Un duro precio que debilitaría al PPE. Los populares se van a ver reforzados por la integración en el grupo de los liberales rumanos. Pero Juncker no va a contar con el apoyo de los conservadores británicos. Su euroescepticismo se lo impide.
Los socialistas europeos podrían buscar una alianza con liberales y verdes. Si lo consiguieran, contarían con una mayoría apreciable, pero insuficiente. Merkel tendría entonces su ocasión de oro para argumentar que el Parlamento Europeo carece de una mayoría clara y, por tanto, corresponde designar al presidente de la Comisión a los líderes de los gobiernos reunidos en el Consejo Europeo. En todo caso, queda claro que este es un juego para partidos europeístas, tradicionales, que siguen formando la gran mayoría de la Eurocámara. Populistas y ultras quedan al margen.





