¿Qué música sonaba en los galeones del Imperio español durante la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano?

Pedro Bonet y el grupo La Folía presentan un disco que recupera las melodías de las rutas de navegación ibéricas

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La nao Victoria, en un mapa del geógrafo y cartógrafo flamenco Abraham Ortelius (1527-2598) ABC

Tan abrumadora fue la gesta, que los pocos afortunados que sobrevivieron a ella dieron gracias a la providencia con una visita a las iglesias sevillanas. Y lo hicieron, según las crónicas de Antonio Pigafetta, «a pie descalzo y con un ciro en la mano», como ... lo habían «prometido en los momentos de angustia». Merecieron la pena los callos, pues acababan de recorrer «14.460 leguas» y «dado la vuelta al mundo» en tres años: de 1519 a 1522. De aquella primera circunnavegación al planeta conocemos hasta el tinte de las velas. Fechas, marinos, mercancías, enemigos… Pero todavía faltaba un enigma por alumbrar: la música que acompasó el restallar de las olas y el crujir de la madera durante el viaje de don Fernando de Magallanes y don Juan Sebastián Elcano.

Pero ante males colosales, décadas de brega en los archivos. Y de trabajar, el catedrático de flauta de pico Pedro Bonet sabe de sobra. Al otro lado del teléfono, el también profesor de Teoría de la Interpretación corrobora a este periódico que lleva casi medio siglo dedicado a devolver a la vida las melodías que resonaban en los galeones que cruzaban el Atlántico. Aunque también las danzas que se tocaban en la Península Ibérica por aquellos entonces, las tonadillas que hacían ruborizarse de placer al emperador Carlos V –el gran impulsor de la circunnavegación– y hasta las composiciones mestizas. «Todo lo que rodeó, en definitiva, a esa vuelta al mundo», explica el experto.

Dos tendencias

La memoria de Bonet es una enciclopedia. Por su boca pasan desde la llegada al Nuevo Mundo hasta las melodías más conocidas de los Países Bajos en el siglo XV. Es lo que tiene haber fundado en 1977 el grupo de música barroca La Folía: que lleva muchas investigaciones a sus espaldas. Eso, y una larga lista de obras como la que presenta estos días: 'La vuelta de Magallanes y Elcano'. Un doble disco compacto dedicado a la gesta en cuestión. «Son 122 minutos de música de época a los que acompaña un libreto de 72 páginas en el que explicamos todo el contexto histórico», insiste. La idea, desvela, era que hubiese visto la luz durante el quinto centenario de la aventura, pero la pandemia lo impidió. Más vale tarde.

Habla rápido el catedrático, no hay tiempo que perder cuando hay música de por medio: «El primer disco se centra en la vuelta al mundo, pero también nos hemos retrotraído veinticinco años antes del descubrimiento de América por su importancia histórica». Ejemplo claro es 'La Spagna', una 'baja danza' representativa de aquella España en ciernes. «Era el baile cortesano más popular entre los siglos XV y XVI, y se llamaba así porque se bailaba a ras de suelo. Solía ir pareada sobre esa misma estructura con otra más animada, conocida como 'alta' y cuyos pasos eran saltados», completa. Estas obras eran las más fáciles de escuchar en los navíos que cruzaban el Atlántico.

'La Spagna' era una danza profana, que vaya si existían en la época. «Servían para expandir el conocimiento en una era en la que no había medios de reproducción mecánicos», explica Bonet. Con todo, el catedrático admite que fue la música religiosa la que vertebró la primera vuelta al mundo: «Estaba ligada de forma íntima a los orígenes de la gesta. En el Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, España y Portugal se repartieron el mundo con la ratificación del Papa. El Sumo Pontífice dividió el Atlántico en dos hemisferios y estableció que cada reino podría explorar uno. A cambio de su aprobación, las naciones se comprometieron a extender la religión por las nuevas zonas». Y qué mejor forma de lograr esa evangelización que a golpe de música.

Pedro Bonet ABC

Todos aquellos géneros y melodías arribaron al Nuevo Mundo en los galeones. Los bajeles que unieron, cual venas del sistema circulatorio, el corazón del imperio con sus apéndices; que no colonias, porque no las tuvimos. «Eran el medio de comunicación más rápido de la época. Llevaban animales, personas, herramientas, alimentos y música», señala Bonet. En lo más profundo de sus tripas se tocaban y se bailan composiciones como las españoletas. «Los instrumentos más habituales eran la vihuela, una suerte de guitarra pequeña, y la flauta». Al catedrático se le achispa la voz al hacer referencia a la herramienta a la que ha dedicado su vida. «Fue la más práctica porque era transportable. Además, se utilizaba mucho en otros continentes y era fácil de reproducir fuera», señala.

Unir mundos

La flauta fue uno de los muchos elementos que unieron la península y el Nuevo Mundo. Una lista extensa que generó una empatía musical entre continentes que no se vio, por ejemplo, en Asia. «Como nos gustaron sus melodías, las trajimos a España. Y a ellos, como les atrajeron la nuestras, las copiaron y las adaptaron. El ejemplo fue Pedro de Gante, que abrió una escuela de música en México», suscribe. Aquel mestizaje entre artes, transmitido también en los galeones, tiene hoy su propio nombre: géneros de ida y vuelta. Le pedimos un ejemplo, y nos regala dos: la zarabanda y la folia. La primera llegó desde el otro lado del océano y estuvo prohibida por Felipe II; la segunda era peninsular y pasó a las Américas.

Portada del disco ABC

Una pregunta resuena en nuestra mente: ¿qué le gustaba más a Carlos V, la música española, o la americana? Bonet ríe. Ni una ni otra… «La polifonía flamenca. Es lógico. Se había criado en Gante y era el género que dominaba esa época en la escuela de Josquin des Prés». Por eso han incluido alguna que otra en la obra que presentan. Aunque no todo es clásico en el primer disco. «Los últimos 14 minutos se corresponden con una obra contemporánea inspirada en la crónica de Pigafetta, presente en el viaje. Hemos trabajado mano a mano el compositor e intérprete electroacústico Adolfo Núñez y yo para darle vida», sostiene.

El segundo disco está dedicado a los siglos XVII y XVIII. En él presentan, entre otras, obras lusas; porque, aunque Portugal fue un digno adversario, también fue coprotagonista de Tordesillas y uno de los vértices sobre los que pivotaron las rutas ibéricas de circunnavegación. «Hemos incluido, por ejemplo, las composiciones de enclaves como el monasterio de Santa Cruz, en Coímbra», añade Bonet. Lo dice con conocimiento de causa, pues han tocado allí en varias ocasiones. Y, como unos y otros arribaron a Oriente, no podía faltar tampoco un tributo a nuestros vecinos más lejanos. «Contamos con los tratados de un jesuita francés que recogió música tradicional china en la corte de Pekín. Y también con los escritos de Teodorico Pedrini, maestro de música de tres hijos del emperador Kangxi de la dinastía Qing», finaliza.

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