España selló su triunfo en el Eurobasket con una actuación coral que confirmó su hazaña en este torneo de curvas imposibles y vaivenes inesperados. Una victoria inapelable ante Lituania, en un partido que dominó de principio a fin y que alarga su dominio absoluto en el baloncesto europeo de la última década. Un éxito que sienta las bases de un futuro brillante y que tendrá en los Juegos de Río del próximo verano su siguiente gran reto.
[Así hemos contado el partido]
La puesta en escena de la selección fue inmejorable, convencida del triunfo desde el primer segundo. Segura de sus posibilidades, como si el camino de espinas atravesado hasta la final le hubiera hecho invulnerable. Con una confianza plena y sin fisuras en todos los jugadores que se reflejó en la cancha nada más lanzarse el balón al aire. Porque esta vez, el festival fue colectivo. Una obra maestra de la selección. Sinfonía de colores con cada aliento a favor de corriente. Sin estridencias. Con un frescor que no había salido a relucir en todo el torneo.
Todo empezó por una defensa brutal que dejó sin argumentos a Lituania. Perdida entre el mar de brazos en el que se convirtió la zona española, la selección báltica no acertaba con el camino hacia la canasta, acumulando pérdidas de manera peligrosa. Rudy Fernández, ausente durante casi todo el campeonato, emergió en el momento más importante. Justo cuando más falta hacían su garra y su muñeca. El balear disfruta como ninguno en este tipo de partidos y su participación animó al resto.
Contagiados por su espíritu, fueron sumando canastas ante el desconcierto de Lituania, incapaz de contener a la selección (15-4, min. 5). No le sentaron bien los cambios a España esta vez. La espalda de Rudy, que no estaba para muchos trotes a pesar del recital, pidió un descanso y el nivel ofensivo se resintió. No así la retaguardia, que mantuvo el tipo con un Claver espectacular, crecido con un tapón al mismísimo Valanciunas. El valenciano fue a más para acabar como uno de los pilares. Parte al fin del éxito de la selección.
El gigante verde se tambaleaba, sin armas para hacer frente a Gasol e indefenso contra el «pick and roll» que siempre terminaba en las manos del pívot catalán. Una jugada repetida hasta la saciedad, vivero de puntos durante todo el partido. La distancia llegó a ser sonrojante para una final tras un triple de Mirotic, el único capaz de anotar con soltura desde el perímetro, por ponerle un pero a la selección, que si no se fue al descanso con el oro colgado al cuello fue por culpa de uno de sus males endémicos en el torneo. Un rebote ofensivo que volvió a tener en vilo a Scariolo y que permitió demasiadas segundas opciones a su rival.
Fugaz despertar del conjunto verde, cuyo apoyo en la grada se esfumaba a la misma velocidad que crecía la distancia de España en el marcador. Kalnietis y Seibutis se empeñaron en dar un halo de esperanza a su equipo con cuatro triples casi consecutivos antes del descanso. Un espejismo, como se demostraría poco después.
Lesión de Rudy Fernández
España redobló sus esfuerzos en la segunda mitad para evitar la remontada. Scariolo ya había advertido de la dureza mental de los lituanos, así que tocaba remangarse de nuevo en defensa. La mejor senda hacia el éxito. La más recta.
De nuevo con Rudy como estilete, la selección abrió diferencias sonrojantes (52-35, min. 25). No había forma de meterle mano, así que Lituania decidió elevar la intensidad por encima de la lógica, lo que acabó con Rudy en el vestuario. Su choque violento con Jankunas le impidió volver al partido, pero dio inicio a la traca final.
Espoleados por la imagen del balear maltrecho rumbo al vestuario, los jugadores de la selección sellaron la victoria con un parcial que dejó el triunfo sentenciado antes del último cuarto. Un «pim pam pum» que tuvo otra vez en Pau Gasol al hombre más inspirado. Líder hasta el último momento. Un jugador especial que ha vuelto a rescatar a España para devolverla a la eternidad. A la leyenda.
Esos diez minutos finales sirvieron para festejar este éxito mayúsculo del baloncesto español. Uno más. Un éxito cimentado en el corazón y en la disciplina. En la fe inquebrantable. En el trabajo sin descanso en pos de la perfección. En la búsqueda del objetivo sin importar el camino. Un tercer oro continental que confirma a este equipo como uno de los más grandes de la historia de Europa. Un equipo inconformista que ayer ya pensaba en otro oro. El olímpico, por el que lucharán dentro de un año en los Juegos de Río de Janeiro.