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Rocío, Sergio, Cristina, Nacho... quieren volar solos como Peter Pan

La Fundación Oxiria forma a jóvenes con discapacidad intelectual para que tengan salidas laborales

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Miembros de la fundación y voluntarios de la empresa Europamundo, este sábado en el musical Peter Pan en Madrid fundación oxiria
Manuel Moreno

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– ¿Qué personaje te gusta, Rocío?

– Campanilla, ¿y a ti?

– El capitán Garfio.

Rocío responde al periodista, que casualmente se sienta en su misma fila y al que una butaca separa de ella. Entusiasmada, se prepara para disfrutar del musical de Peter Pan en el teatro Alcázar de Madrid, que el año que viene cumplirá el primer centenario de su inauguración.

La muchacha no va sola. La acompañan Sergio, Cristina, Nacho, Gonzalo, Isabel... Se juntan hasta una veintena de jóvenes con discapacidad intelectual de la Fundación Oxiria, que preside Ana Arroyo desde que la fundó hace nueve años.

Antes de entrar en el emblemático teatro de la calle de Alcalá, varios de ellos estuvieron tiempo a las puertas acompañados de familiares, amigos, conocidos y de su tutora, Noemí. Esperaban a Ana, que al llegar los fue poniendo en semicírculo. Uno a uno, los alumnos se presentaron a los voluntarios de la empresa Europamundo, cuya colaboración económica mediante una donación permitió costear las entradas de los chavales, a casi 50 euros cada una.

Que Rocío pudiera soñar con ser un hada en el país de Nunca Jamás, formaba parte de una actividad de ocio dentro del programa con el que esta fundación ayuda a medio centenar de jóvenes. En realidad, echa una mano a las familias para que sus hijos puedan tener una oportunidad para formarse una vez que finalizan sus estudios reglados, que se prolongan hasta los 20 años en colegios de educación especial. «Siempre en un ambiente inclusivo», subraya Ana, y «con el propósito de ayudarlos a alcanzar una inserción socio y laboral».

Por ejemplo, la admiradora de Campanilla hace camas en una residencia de mayores; Cristina trabaja en una lavandería de otro centro; Sergio, en una clínica dental; Isabel, en una floristería; Gonzalo ha comenzado sus prácticas de bedel en un centro universitario y Nacho, en una floristería.

«Hace muchos años, mi padre puso Oxiria a sus tiendas de flores. Murió a los 55 años de un ictus y mi madre registró el nombre»

Las flores tienen muchísimo significado en esta fundación, que lleva el nombre de una planta acedera que se cría en las altas montañas. «Hace muchos años, mi padre puso Oxiria a sus tiendas de flores. Pero murió de un ictus a los 55 años y mi madre registró el nombre», relata Ana, quien pidió permiso a su progenitora para llamar Oxiria a la fundación en 2015.

Se puso en marcha por el deseo de Ana y de Juan Carlos, los padres de su hija mayor, Cristina, que nació con discapacidad intelectual. «Cuando terminan sus estudios reglados, se quedan como en tierra de nadie; no pueden hacer una FP, ni ir a la universidad ni hacer grandes cosas», explica su madre y presidenta de Oxiria.

Por eso Ana dio un paso adelante para crear un curso de formación profesional con un objetivo primordial: que sus «niños», como los llama aunque los hay treinteañeros, pudieran labrarse un camino laboral. En suma, que Cristina, Rocío, Nacho, Gonzalo... pudieran volar solos como Peter Pan, no «ser niño siempre», como canta Wendy Darling en el musical.

Entonces, Ana se dirigió a la Fundación Universitaria San Pablo CEU e idearon un título propio de auxiliar en actividades de comercio, servicios y, por supuesto, arte floral. Son dos años de formación en los que trabajan las competencias profesionales, personales y sociales. Los alumnos, que deben ser mayores de edad, deben tener adquirida la lectoescritura y no presentar problemas en la conducta, porque esta fundación no tiene gabinete clínico, solamente educadores.

Además el programa, en el que varias entidades colaboran, tiene una guinda: permite también a sus alumnos practicar baloncesto con la Fundación Real Madrid.

Es probable que lo pasen igual de bien botando la pelota como están disfrutando la sesión sabatina de las cinco de la tarde. Por ejemplo, Rocío sonríe cuando Peter Pan dice que «las chicas sois demasiado listas para caer de un cochecito». Es la misma incondicional de Campanilla que anima a sus compañeros a una ronda de galletas en el descanso de diez minutos, aunque no está permitido comer ni beber dentro de la sala. «Yo saco mi botella de agua aunque me regañen», advierte Julen poco después de que Jaime y Rocío exclamasen que el espectáculo «es chulísimo».

El niño que cree en las hadas canta que «nunca llegue el momento de crecer», pero Wendy lo ayuda para que entienda que la mejor aventura de todas es desarrollarse. «Peter, ¿tú estás seguro de que no quieres crecer?», le pregunta en la parte final del estupendo musical, realizado solo con un elenco de once actores. Presiento la respuesta de Sergio, Cristina, Nacho, Gonzalo, Isabel o Rocío, quien insiste al final de la función en ser Campanilla, el hada pizpireta: «Queremos volar solos como Peter Pan».

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