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Víctor Erice abre el telón a su otra obra maestra, 'Cerrar los ojos'

El cineasta español regresa a Cannes con un largometraje que transporta al cine viejo

Víctor Erice: «El cine español ha sido tradicionalmente un fantasma industrial»

Helena Miquel, José Coronado, Ana Torrent, Manolo Solo y María León en Cannes REUTERS
Oti Rodríguez Marchante

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Un gran aplauso al final. Misterio resuelto: es la mejor película de Víctor Erice en cuarenta años y no se salta a los cincuenta (mirando los datos de su filmografía, las fechas de sus películas, se verá el riesgo del salto) porque acaba de ocurrir y aún se está en el perímetro temporal de su onda expansiva. El cometa Halley del cine español, el Sallinger del celuloide, el espíritu no de la colmena sino del Guadiana, Víctor Erice, ha hecho una obra mayor, testamentaria y una ofrenda al cine, al que se ha hecho y al que se ha quedado sin hacer. Al cine antiguo, incluso viejo, como 'Cerrar los ojos', bendito y maravilloso cine viejo.

Empieza ahí, dentro del cine, en una escena de empaste con José Coronado y Josep Maria Pou en un celuloide rodado mucho tiempo atrás, y olvidado, y en un tono que no es de Erice, sino de Miguel Garay, el fracasado director protagonista de esta historia. Siguen varios duetos extraordinarios, de Manolo Solo y Mario Pardo, de Manolo Solo y Ana Torrent, de Manolo Solo y Soledad Villamil… Los argumentos de la película ya están explicados ahí, en esa batería de duetos, con la desaparición, el fracaso, la amistad, el amor, la ausencia, la canción, el olvido, la memoria… Rebosante todo de formas de mirar (la búsqueda de la mirada, la última, es uno de sus asuntos dominantes) y de detalles y alusiones a un mundo y una forma de ser idos para siempre; desde el refilón del libro de Manolo Marinero en la Cuesta de Moyano, a ese increíble personaje que interpreta al borde lo genial Mario Pardo y sus bobinas, carteles y nido no para nacer sino para morir.

El guion con Michel Gaztambide, las fotografías de Valentín Álvarez, los aires musicales de Federico Jusid, todas y cada una de las notas de interpretación, de María León a Petra Martínez, contribuyen a la tristeza y la punta roma de felicidad de esta película que quiere estar a la altura de su creador y que, en muchos momentos, le pasa por encima. Se ha mencionado antes lo mucho que tiene de ofrenda al cine, al viejo, y hay una secuencia que le obliga al público a domar el sentimiento con un aplauso, con Manolo Solo, sorprendente, gigantesco, metiéndose en la cárcel de 'Río Bravo' y dejando a su modo una versión de 'My rifle, my pony and me'.

Cuánto de Víctor Erice sugiere esta película y su historia de frustración, huida, búsquedas y olvidos; cuánto de él hay en esos diálogos, atmósfera y pesadumbre, y cuánto en ese ir a un desenlace mágico, de reflejo de una pantalla de cine y de plano tan corto, tan corto, que se te lleva literalmente por delante. Y, por cierto, qué grandísimo actor es José Coronado, qué capacidad de decirlo todo sin texto para ello y qué personaje le regala a Erice, pero, sobre todo, a sí mismo con una interpretación sustantiva y desadjetivada.

Y no hemos entrado aquí ni en el argumento ni en sus pormenores, aunque sí en las enormidades que sugiere y los efectos que produce, y en la satisfacción de sentir que el cine y Erice son la misma cosa. No se entiende el hecho de que una película como 'Cerrar los ojos' no compita por la Palma de Oro, salvo por la circunstancia de que Ruben Östlund y Julia Ducournau, por poner dos miembros del Jurado, no sabrían dónde y qué mirar de ella, al fin y al cabo cine viejo. Hay que darle las gracias a Erice por darnos esta película, y también afearle por todas las que no ha hecho y nos ha quitado.

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