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Castilla del Pino: «Hay quien anda con bastón y hay quien precisa del delirio para ser»

El prestigioso catedrático de Psiquiatría Carlos Castilla del Pino, de la Universidad de Córdoba, dicta un curso sobre el delirio en la UIMP. Ayer dialogó con ABC sobre este problema, que en ocasiones trasciende los límites de la pura psiquiatría clínica.

Castilla del Pino, ayer, en La Magdalena. Juan Manuel Serrano Arce

SANTANDER. -¿Cree que el delirio está influyendo negativamente en la sociedad de hoy?

-No. Esta patología es un fenómeno completamente distinto a los fenómenos sociológicos. Cuando se tilda de «delirantes» a ciertos procesos sociológicos, no es más que un uso metafórico del término «delirio».

-¿Qué es, entonces, el delirio?

-Es un tipo de trastorno mental sumamente interesante. Plantea el problema de cómo el sujeto, que se encuentra impotente ante la posibilidad de creación de su identidad en una determinada sociedad, prefiere el refugio de la fantasía.

-La realidad virtual, ¿no promueve la formación del delirio?

-No, porque mire usted: los niños, que son los que fundamentalmente se dedican al juego, en este caso virtual, siempre juegan muy seriamente. Cuando tienen que jugar, lo que hacen es proyectar sus fantasías y convierten hasta un taco de madera en un avión o un cohete. Los videojuegos son como el cine: fábricas de sueños.

-¿Son más peligrosos en el caso de los adultos?

-Sí, porque crea un tipo de adicción en forma de mundo autista, de mundo «desreístico» (fuera de la realidad). Ésta siempre es incómoda, no es fácil afrontarla ni se está capacitado para ello. Así que el «desentrenamiento» del sujeto ante la realidad es un riesgo, que tiene muy acentuado aquella persona que se dedica al mundo de los videojuegos, como al de la escritura, la poesía o la música.

-Entonces ¿el delirio es también un escape de la realidad?

-Siempre. El delirante prefiere vivir en su delirio, donde encuentra una satisfacción a sus deseos.

-Todos escapamos de la realidad.

-Todos somos susceptibles de caer en el delirio. Basta, por ejemplo, con no estar despierto, vigilante. En el momento en que nos adormecemos, en el duermevela, ya el sueño es una forma de delirio. Pero hay otro tipo de delirio, que es el más interesante, el más curioso, que trato en el curso. Es cuando el sujeto está despierto y en condiciones neurofisiológicas perfectamente normales, y, sin embargo, está delirando. Es decir, transforma la realidad (y también la realidad de sí mismo, porque no cabe la posibilidad de que yo me sienta perseguido sin que yo me considere el sujeto de esa persecución en virtud de algo: de que soy importante, tengo secretos de Estado, etc.). De modo que la alteración de la realidad no es sólo de la exterior, sino de la conciencia de uno mismo.

-¿Cuál es la función del delirio?

-Es una función ortopédica. De la misma manera que hay personas insuficientes del aparato locomotor, que necesitan un bastón, hay otras que precisan del delirio para ser. Por eso, cuando muchas veces curamos el delirio, o hacemos que el sujeto deje de delirar mediante fármacos específicos, este se deprime.

-¿Siempre es lesivo el delirio?

-Sí, porque el sujeto que está delirando está en la realidad. El delirante no puede estar con los demás, porque lo marginamos, porque entre usted y yo hay un consenso, unas reglas de juego, que el delirante no sigue, porque tiene las suyas propias. Por eso es lesivo consigo mismo, y tratamos de curarle. Y algunas veces pueden ser agresivos para la sociedad: pensemos la cantidad de delirios de infidelidad de sujetos que muchas veces cometen homicidios en virtud de estas supuestas infidelidades con las cuales deliran.

-¿El delirio puede aportar algo al arte o a la creación?

-No, la locura (sinónimo de delirio) es siempre empobrecedora. La obra de arte es un proceso muy complicado que exige una lucidez extraordinaria.

-¿El consumo de drogas puede llevar al delirio?

-No. Muchas veces la droga cumple un cometido de vehículo de comunicación. Cada grupo social tiene rituales que hay que cumplir si se quiere estar dentro de ese grupo.

-Pero tienen su trampa, ¿no?

-Claro, también la tiene el alcohol. Lo que empieza siendo un ritual meramente social, se transforma luego en una adicción. Con la droga pasa exactamente igual. El consumo de éxtasis comienza porque el joven «tiene» que tomar, como lo hacen todos los demás. Hay mucha gente que fuma porros sólo los fines de semana.

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