El año de Twitter

En estas fechas lo que toca en un periódico o en una tele es hacer un resumen del año. La fórmula periodística está tan gastada como los anuncios de colonia, ya saben, los de la voz susurrante, y ahí están cada año. En fin, una tradición navideña como otra. Puestos a escoger el acontecimiento del año, y aquí sí que la elección es muy personal, 2011 ha sido el año de la eclosión de Twitter. Vaya, a quien esto escribe la cosa del tuit le ha eclosionado en toda la frente. Tras resistir a la fiebre del «facebook», por no hablar de aquel sinsentido llamado a revolucionar el mundo que fue «second life» —¿hay alguien todavía ahí?—, muchos son los que se han visto arrastrados por Twitter como si una ola de tsunami les pasase por encima.

Ahora ya nadie se imagina la vida sin teléfonos móviles, pero hasta no hace mucho vivíamos tan ricamente, sin sms, buscando cabinas de teléfono, dejando recados, quedando con personas con días de anticipación... la prehistoria vaya. Con los teléfonos inteligentes está sucediento otro tanto, y ya hay quien no concibe su vida sin poder consultar internet de manera compulsiva cada pocos minutos, y quien dice internet dice, en la mayoría de casos, «twitter». Sí, hay que reconocerlo, es adictivo, y en el caso de quienes se dedican al periodismo, casi una necesidad, una manera de estar conectado permanentemente. Más allá del uso profesional, «twitter» ha revolucionado la manera en la que se vehicula la opinión pública, y ya no hay movimiento social o político, iniciativa comercial, por no hablar de un programa televisivo, que pueda prescindir de este permanente torrente de opiniones, a veces también de insultos, que es «twitter»: 24 horas, sin descanso, sin filtros, a chorro... para bien o para mal, como quien pone la oreja en la barra de un bar. Bueno, pues eso, el año de «twitter». @alex_gubern