Mala Rodríguez habla de forma pausada, regodeándose casi en cada cosa que dice. Crítica pero con un toque inocente a la vez, esta gaditana de nacimiento pero sevillana de crecimiento, compartirá mañana con Raimundo Amador y Remedios Amaya el escenario del Auditorio Rocío Jurado. Dice que no viene a la Bienal a captar adeptos, sino más bien «a compartir esta nueva creación que tengo entre mis manos».
Se refiere a «Dirty bailarina», su cuarto álbum con el que está nominada a los Grammy latinos. Pero antes de que María Rodríguez viaje a Las Vegas, la artista tendrá que enfrentarse a un público, el de la Bienal, que a priori no parece muy cercano al que acostumbra. No obstante, Mala Rodríguez se muestra encantada: «La Bienal me parece una plataforma intensa y maravillosa. Me gusta que se den a conocer nuevas propuestas y sobre todo, que nunca se deje de escuchar lo clásico, como una seguiriya bien cantá o una soleá. Sin lo puro, no hay fusión», afirma. Asevera que no le teme «a nada», ni tan siquiera a aquellas voces disonantes que pudieran preguntarse qué sentido tiene la figura de una rapera entre flamencos: «El miedo congela, paraliza a la gente y hace que las personas enfermen. No sirve de nada austarse porque si constantemente actuásemos con miedo, no haríamos nada en la vida». Admiradora confesa de Carmen Linares y Lole Montoya, desvela que existen «bastantes similitudes» entre el cante jondo y el rap: «Ambos necesitan de letras profundas, si no, aburren. Me gusta que lo que escuche me parezca cierto y me deje sin palabras, sea rap o un quejío. El flamenco y el hip-hop han de ser un grito del alma y si ese grito es femenino, mejor. En los dos hay demasiada huella masculina. Al flamenco también le falta una pluma de mujer».
Dice que actuar en Sevilla le «pone nerviosa», aunque reconoce que aquí la tratan bien: «A veces prefiero no sentirme profeta en mi tierra, sino una bruja, gata o niña… Que vean que no sólo soy de una manera». Al inconformismo entreverado de sus letras, se le une el de sus palabras cuando se trata de hablar de política: «Todos estamos esperando a que nos salven –dicta- y los únicos que podemos salvarnos somos nosotros mismos».
Sobre su espectáculo que ofrecerá a partir de las 23.30 horas, dice: «No sé si la gente saldrá ruborizada o no, pero espero que lo acepten. Soy feliz así, amo sonreir y probar cosas nuevas».
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