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OPINIÓN

La crisis económica y sus raíces morales

Es más difícil establecer una relación directa, de causalidad, entre crisis moral y económica

fernando díez moreno

La crisis económica tiene raíces económicas. También las puede tener políticas, especialmente cuando los políticos niegan la existencia de la crisis, o no toman a tiempo las medidas necesarias.

Puede tener también raíces sociales, cuando la sociedad no está dispuesta a aceptar los sacrificios necesarios para salir de ella, o pretende transferir tales sacrificios a los demás.

Pero es más difícil establecer una relación directa, de causalidad, entre crisis moral y económica, como lo demuestra el hecho de que en España hayamos tenido en los años 1996 a 2004 un crecimiento económico espectacular (se habló del «milagro español», aunque no se habló de la «generación del 98») y, sin embargo, ya estábamos inmerso en una crisis moral.

También lo demuestra que países con crisis moral profunda hayan superado la crisis económica.

Hay dos diferencias, entre otras muchas, entre la crisis moral y la económica:

Las crisis económicas empiezan y terminan. Histórica y estadísticamente así ha sucedido. La que hoy padecemos también terminará. No sabemos cuándo pero el ciclo dará paso a una etapa de expansión. Sin embargo, la crisis moral ni se sabe cuando han empezado ni es posible predecir su final.

Los Gobiernos tomas medidas a diario, o al menos semanalmente, para combatir la crisis económica, pero no se conocen medidas para combatir la crisis moral. Volveré sobre esta cuestión más adelante.

En cualquier caso, una sociedad moralmente sana y fuerte, con creencias y dispuesta a la defensa de los valores, está mejor preparada para combatir la crisis económica.

Como combatir la crisis moral

Bien, la crisis moral está ahí. Nadie la niega. Existen múltiples diagnósticos y no voy a incidir en ellos ni reiterarlos. Me parece más oportuno, aunque también más arriesgado y difícil, intentar un tratamiento.

Voy a referirme exclusivamente a cuatro puntos, aunque desde luego, hay muchos más.

1º.- La ejemplaridad

De la crisis moral no se saldrá mientras los hombres públicos no sean ejemplares.

Cuando hablo de hombres públicos no me refiero solo a los políticos. La realidad es que los políticos, salvo los diez o doce que salen todos los días en los medios y TV, son poco conocidos. Basta salir de Madrid y preguntar. Los ciudadanos no interesados en la política solo conocen a sus gobernantes más inmediatos y no siempre. Pero a todos ellos, desde el de ámbito territorial más humilde hasta el Rey, lo corresponde dar ejemplo a los ciudadanos. La corrupción que afecta a una minoría produce un daño irreparable a toda la clase política.

De mi experiencia política extraigo estas dos conclusiones para que el político sea ejemplar:

A). La dedicación a la política debiera ser un servicio y no una carrera. Una vez prestado el servicio cada uno vuelve a su vida particular. Pero se observa en nuestros tiempos, cada vez más acentuadamente, la concepción de la política como una carrera para toda la vida en la que deben aprovecharse todas las oportunidades, incluídas las de enriquecerse.

B). La dedicación a la política, debiera estar limitada a un plazo, digamos ocho años. A partir de ahí comienzan a deteriorarse la actitud del político, su interés por los temas, y aumenta la posibilidad de corrupción.

Decía que la ejemplaridad no solo afecta a los políticos. Los ciudadanos en general se fijan más en nuestros grandes deportistas, artistas, cantantes, hombres y mujeres de la prensa rosa. Aquí el escándalo, es decir, la falta de ejemplaridad, está a la orden del día: los ingresos millonarios, los desarreglos familiares, la falta de un mínimo mensaje a la juventud del esfuerzo que cuesta llegar, el lujo y despilfarro, etc, etc. Hay excepciones, por ejemplo, Rafa Nadal. Pero qué pena que haya tan pocas.

El problema de la ejemplaridad es que no pude imponerse y que no se conocen medidas para exigirla. Es por tanto una aspiración a largo plazo, a muy largo plazo. Y solo se conseguirá cuando desde la sociedad se sancionen y desprecien los comportamientos no ejemplares.

Al igual que no hay honestidad sin hombres honestos; ni honradez sin hombres honrados; ni competencia sin hombres competentes; tampoco hay ejemplaridad sin hombres ejemplares.

2º.- La lucha contra la ideología de género

No voy a entrar a fondo en esta cuestión. Me remito al magnífico documento aprobado por la Conferencia Episcopal Española en abril de este año 2012, con el título “La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar”. Es un documento básico del humanismo y de lectura tan obligado como reposada.

Esencialmente la ideología de género considera que siendo imposible suprimir las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer, suprímanse todas las demás porque son producto de las costumbres, la cultura contingente, y las imposiciones históricas. Así ya no habrá dos sexos sino varios géneros: el masculino, el femenino, el homosexual, el lésbico, el mixto, y cualquier otra combinación.

Tiene un origen marxista, pues tanto Marx como Engels afirmaron que la primera lucha de clases que había de librarse era la lucha de la mujer contra su marido. De ella forman parte quienes no quieren enterarse de la caída del Muro de Berlín, los socialistas progresistas, los ecologistas radicales, el feminismo radical, los defensores del buenismo, los partidarios de las alianzas de civilizaciones, los defensores de la educación para la ciudadanía, tal como se conoció con el Gobierno anterior, etc.

Se caracterizan por su ataque a la familia, que ellos llaman con error “tradicional”, porque solo hay un modelo de familia y lo demás son burdas imitaciones. Entre sus fines está la defensa del aborto, los nuevos modelos de familia, la normalización de la homosexualidad, las parejas de hecho, la hostilidad al catolicismo y los ataques al Papa las familias monoparentales, el matrimonio gay y la educación para la ciudadanía.

La ideología de género es como Al Khaeda. No tiene una organización jerárquica ni estructurada, con un líder mundial, ni líderes nacionales. Pero en su nombre se cometen las mayores atrocidades. Y se reconocen entre ellos.

La amenaza a la familia es algo tangible y no meramente ideológico. En España ya han conseguido los siguientes objetivos:

1). Ley 13 de 1.7.2005, que modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, ha redefinido la figura jurídica del matrimonio. Este ha dejado de ser la institución del consorcio de vida en común entre un hombre y una mujer en orden a su mutuo perfeccionamiento y a la procreación y se ha convertido en la institución de la convivencia afectiva entre dos personas. Desaparecen los términos «marido» y «mujer», «esposa» y «esposo», «padre» y «madre», y son sustituidos por «cónyuge A» y «cónyuge B».

2). Ley de 30.7.2005, que modifica el Código Civil: matrimonio homosexual con adopción. La reciente sentencia del Tribunal Constitucional ha reconocido la constitucionalidad del matrimonio homosexual “… a la luz de las exigencias de la sociedad actual”. Ello supone un giro copernicano en las funciones de ese Tribunal: hasta ahora era el interprete supremo de la Constitución; a partir de ahora interpretará cuales seas, a su juicio, las exigencias de la sociedad (¿de qué parte de la sociedad?) para introducir cambios en la propia Constitución.

3). Ley de 28.12.2004, contra la violencia doméstica: impide la reconciliación y prevé penas distintas según sea cometida por uno u otra.

4). Ley de 25.5.2006, de fecundación asistida: se suprimen los requisitos (que se exigen en cualquier país) de ser pareja estable y los espermatozoides sean de la pareja.

5). Ley 15 de 8.7.2005 de divorcio exprés : admite la posibilidad de disolver el matrimonio unilateralmente por alguna de los cónyuges, solo con que hayan transcurrido tres meses desde la formalización del contrato de “matrimonio” sin alegación de causa. Se asimila al repudio del mundo islámico.

6). La normativa del Gobierno anterior sobre educación para la ciudadanía.

7). Nueva Ley del aborto libre del año 2010.

Ganar la batalla a la ideología de género es crucial para ganar la guerra de la crisis moral.

3º.- La educación en valores

Volvemos donde siempre, a la escuela. Lo voy a exponer con una anécdota personal. Todos los años, desde hace muchos, suelo hacer unas etapas del Camino de Santiago con un grupo numeroso de personas. Tenemos la costumbre, además de otros rezos, que a la 12 menos cuarto de la mañana, quien vaya en cabeza se para a los efectos de agrupar a los más rezagados y poder rezar el “ángelus”. En cierta ocasión, cuando nos disponíamos a hacerlo observé que había un grupo de unas 15 chicas jóvenes de unos 20 años, sentadas a la sombra de un árbol y tomando un bocadillo para reponer fuerzas. Me acerqué a ellas y les dije que íbamos a rezar el “ángelus” y si se querían incorporar a nuestro grupo. Todas callaron. La más despierta me dijo: ¿Y eso qué es?

¡¡Peregrinas a Santiago, no sabían lo que era la oración del “ángelus”!!

Es la absoluta falta de formación religiosa que tienen millones de jóvenes desde que se ha suprimido la asignatura de Religión. Está muy bien una educación para ser buenos ciudadanos, pero hace falta también una educación para estar informado de los valores morales, de que hay normas objetivas universales que permiten distinguir entre el bien y el mal moral. En resumen, hay que volver a las clases de Religión, y que después cada

persona, en uso de su libertad, opte por el camino que quiera, que para eso se la ha concedido Dios al hombre.

4º.- El carácter de la lucha contra la crisis moral

El último de los posibles tratamientos contra la crisis moral que quiero resaltar es su carácter de lucha individual. Así como no hay pecados colectivos sino personales, en la lucha contra la crisis moral no basta la lucha colectiva.

Dije al principio de mi intervención que los Gobiernos no toman medidas contra la crisis moral. No es de extrañar. La política y los partidos políticos que la sustentan tienen fines generales, desde un plan de urbanismo hasta los tipos de gravamen de los impuestos. La política es un negocio cuya cuenta de resultados se contabiliza en votos, de manera que cada decisión a tomar tiene una “memoria” que hace el cálculo. No esperemos de los Gobiernos medidas contra la crisis moral.

Esta guerra pertenece a la sociedad civil que, afortunadamente, en España se va fortaleciendo. Pero no solo a las instituciones. Este XIV Congreso es un instrumento ejemplar de esa lucha.

Y también es una tarea de cada uno, de cada persona. El título del Congreso es muy significativo: “Un nuevo compromiso social y político”. Para el humanismo la idea del compromiso es básica. Significa que, por encima de la condición de ciudadano que otorga una serie de derechos e impone unas obligaciones, se asume un “plus”, algo más de ese estatus. Significa un propósito de plenitud personal superador de los derechos y obligaciones normales y comunes. Significa que esa plenitud se quiera alcanzar, de forma directa o indirecta, más o menos explícita, mediante una adicional entrega a los demás o al servicio de la comunidad. Compromiso personal en la lucha contra la crisis moral de nuestros días.

Permítanme les explique mi modesta aportación a la lucha contra la crisis moral. Desde hace meses vengo escribiendo unas cartas sobre «Humanismo y política». En ellas intento explicar, de manera sencilla y no erudita, en qué consiste el humanismo cristiano, proyectando sus contenidos sobre los problemas de nuestro tiempo. Las dirijo por e-mail a unas 3.000 personas, en gran parte políticos conservadores, aunque su difusión es mayor pues algunas, a su vez, las reenvía a su propio círculo de correos. Luego las cuelgo en la pág. web de la Fundación Tomás Moro, para consulta o por si falla algún envío. Voy por la carta núm. 26. Si me pidieran resumir en unas palabras el proyecto les diría que: sorpresa, interés e ignorancia.

3. Consideración final.

Meditando sobre la crisis moral me ha asaltado una duda que no he sabido capaz de responder y que se la dejo planteada a ustedes. La crisis moral ha existido en todas las épocas. ¿Con qué época comparamos la nuestra? ¿Con la del siglo XVI de ruptura de la unidad cristiana? ¿Con la del racionalismo del XVIII? ¿Con la de nuestros padres? ¿La de nuestros padres con la de los suyos?

Tal vez sea que cada etapa de la historia tiene su crisis o sus caracteres morales. Tal vez debiéramos dejar hablar de crisis y reconocer como es la etapa que nos ha tocado vivir, y luchar por mejorarla.

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