In memoriam
Gervasio Fernández RiolEl jueves, día 13 del presente mes de septiembre, en el crematorio de La Paz (Tres Cantos, Madrid) se incineraban los restos de Daniel Poyán Díaz, catedrático de Universidad y
Gervasio Fernández Riol
El jueves, día 13 del presente mes de septiembre, en el crematorio de La Paz (Tres Cantos, Madrid) se incineraban los restos de Daniel Poyán Díaz, catedrático de Universidad y segundo director, durante más de dos lustros, del antiguo Colegio Universitario de Toledo.
Su llegada a la Ciudad Imperial se produjo después del verano de 1978, y a él le correspondió la solemne inauguración del curso 1978-79. Su magisterio como director del Colegio trajo nuevos y renovados aires a una institución universitaria que no pasaba, precisamente, por sus mejores momentos. Y fue su buen hacer, su dedicación eficaz y su entrega generosa los que llevaron al organismo estudiantil a cotas difíciles de superar. Contó para ello con la inestimable colaboración de Juan Pedro Hernández Moltó, profesor de la Sección de Empresariales, además de secretario general. Y eso que estos primeros años se presentaron harto difíciles, pues el alumnado no alcanzaba la cifra de los trescientos, en sus tres secciones (Geografía e Historia, Ciencias Químicas y Economía y Empresas -rama Empresariales) y el presupuesto de la institución no permitía muchas alegrías.
Sin embargo, gracias al tesón, a la entrañable personalidad y, en particular, a la entrega sin límites de Daniel Poyán, nuestro Colegio Universitario iba a conocer momentos de esplendor, jamás superados. Así, pocos años después de hacerse cargo de la dirección, a mediados ya de los ochenta, se consolidan los estudios superiores anteriormente citados, se implantan los conducentes a conseguir la Licenciatura de Derecho, se autorizan (es el único caso a nivel nacional) los segundos ciclos en Empresa y Derecho, se inauguran los cursos de Español para extranjeros, se celebran los ciclos de teatro, se potencian los congresos internacionales; en definitiva, el Colegio Universitario de Toledo llega a convertirse en la referencia obligada de las mejores manifestaciones culturales de la ciudad; las memorias académicas de cada curso son testimonio escrito de este brillante quehacer.
Pero no sólo eso. Los alumnos crecen a un ritmo sostenido de quinientos por Curso, hasta alcanzar la cifra de cerca de cuatro mil en el momento de la integración de la institución toledana en la Universidad de Castilla-La Mancha. Además, el claustro docente se nutre de ilustres personalidades que, en los años siguientes, les veremos ya como Catedráticos de la Universidad, altos cargos públicos, e incluso en algún caso, serán nombrados ministros del Gobierno Central. Sin duda, fueron tiempos brillantes para el Colegio Universitario de Toledo, y eso se lo tenemos que agradecer, una vez más, a Daniel Poyán Díaz, quien supo manejar y proyectar los resortes de la vida universitaria con ejemplar maestría.
Y es que su amor por la ciudad de Toledo venía de lejos. Se casó en la ermita del Cristo de la Vega, en un Convento de Centroeuropa descubrió un ejemplar de la primera edición del libro de La Celestina, recuperó una obra del siglo XVI que narraba la llegada a Toledo de las reliquias de Santa Leocadia, y siempre que tenía oportunidad, en foros nacionales e internacionales defendió con energía los valores históricos, culturales y patrimoniales que atesora la imperial Capital. Un cariño a Toledo que, además, ha procurado mantener siempre vivo, como lo demuestra el hecho de que, aún después de vincularse el Patronato Universitario (fue su Secretario a lo largo de casi dos décadas), ha seguido visitándola cuantas veces se lo permitían sus obligaciones personales. En sus círculos más íntimos comentaba que de las distintas etapas por las que había transcurrido su vida, la más querida por él habían sido los años pasados entre nosotros.
Para los que tuvimos la fortuna de conocer a Daniel Poyán, para los que compartimos con él sus inquietudes, nos tenemos que sentir orgullosos de de haber disfrutado de la amistad de un verdadero caballero, de un auténtico señor. Y, sobre todo, siempre nos quedará la excelente gestión al frente del Colegio Universitario de Toledo.
A su mujer, Almut, a sus hijos, Daniel y Elena, a toda su familia, nuestro cariño y recuerdo más sentidos. Que no duden que la memoria de su ser querido, Daniel Poyán Díaz, pervivirá entre nosotros durante mucho tiempo.
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