El cierre de un consulado
LA generalización del método «como sea» parece haberse convertido en la regla general de funcionamiento del Gobierno. Ya no es sólo el presidente del Ejecutivo quien diseña decretos a golpe de intuición política, proyectos legales sobre cuyas consecuencias y costes nadie se detiene para hacer un estudio, sino que incluso en asuntos administrativos aparentemente menores aparecen decisiones tomadas sin las más elementales precauciones burocráticas. Que se decida cerrar el consulado en Nueva Orleans de un día para otro -sin dar tiempo a que concluyan los trámites que sus usuarios habían emprendido, ni advertir previamente a la embajada en Washington, ni al Gobierno de Estados Unidos, anfitrión en este caso- resulta una chapuza de tales dimensiones que resulta difícil encontrar un precedente en la historia reciente del Ministerio de Asuntos Exteriores. Como es natural, la apresurada decisión ha tenido que ser anulada para poder llevarla a cabo en su debida forma, lo que resalta aún más el despropósito previo.
En tiempos de crisis, la reducción de gastos de la Administración es, en efecto, la mejor receta. Antes que subir impuestos es preferible que el Estado intente gastar menos, como haría cualquier familia o empresa administrada de forma razonable. Sin embargo, esa reducción tiene que llevarse a cabo racionalmente, estudiando las diferentes alternativas, sus posibles repercusiones y el mejor modo de llevarla a cabo. Tal vez algunas de las embajadas alegremente abiertas en Africa en los últimos años tengan un papel menos relevante para los intereses españoles que un consulado en una ciudad norteamericana en la que España tiene un rico pasado histórico.
Además, ante la perspectiva del semestre de la presidencia española, probablemente no sea la mejor opción este recorte de fondos al Ministerio que va a tener que llevar el grueso del esfuerzo de esa gestión. Durante los primeros seis meses de 2010, las embajadas de España representarán en todo el mundo a la UE, y ya se han visto los tristes efectos que se producen cuando esa misión le corresponde a un país pequeño, con un limitado despliegue diplomático. El ministro Miguel Ángel Moratinos anuncia, además, grandes iniciativas en Oriente Medio y planes de ayuda para el establecimiento de lo que denomina un «proceso de paz», pero gestos como el intempestivo cierre del consulado de Nueva Orleans pueden lanzar un mensaje poco convincente para sus proyectos.
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