Títeres que encantan

Basado en la novela «El gran cuaderno» (1986) de la húngara Agota Kristof, «Gemelos» cuenta la experiencia amarga de dos hermanos separados de su madre en la Segunda Guerra Mundial, que van al campo con una abuela huraña a la que todos llaman bruja y acusan de envenenar al marido. Los chicos, ingenuos y educados (hay que escuchar cómo hablan), se endurecen para sobrevivir a una realidad cruel con seres humanos animalizados, que los maltratan. En su crecimiento, marcado por hambre y frío, se topan con seres humanos que sufren: el desertor, la niña víctima de abusos, el judío deportado. El horror (un día conocen un campo de concentración) y la muerte no dan tregua a los gemelos («esto no duele» repiten para amortiguar el dolor), que sobreviven gracias a su unión y al afecto que acaban despertando en su abuela, aunque no podrán impedir su separación.

Dos actores y una actriz, con máscaras que cubren parte del rostro, se mueven como marionetas en una escenografía de madera que semeja un teatro dentro de otro o la pantalla de un cine, con dos plantas y recovecos para crear espacios. La música, la luz, las imágenes de fondo (el campo o la urbe, como proyecciones de cine) envuelven a los actores, que junto a títeres y juguetes, se integran en los diversos espacios y crean en 110 minutos, una puesta en escena dinámica y muy atractiva, que hubiera merecido un aforo lleno.

Por su parte, Hugo Suárez e Inés Pasic, vestidos de negro, representan la segunda parte de «Cuentos pequeños», para público desde 5 años, espectáculo imaginativo con criaturas nacidas de partes del cuerpo combinadas con postizos, gafas, telas y gorros, además del saber desaparecer de los manipuladores. De modo que una mano no es tal, sino un anciano achacoso y cascarrabias; los dedos son el cuerpo de Ulises que naufraga y el vientre de Inés es una mujer preocupada por su sobrepeso. Son, en definitiva, cincuenta minutos que abren los ojos del espectador atento a escenas cotidianas con poesía y humor.