—Gaditano, pero con pasado cordobés en la Fundación Gala. ¿Queda algo de la ciudad en su obra?
—A mí me parece que en la manera de vivir y en la mentalidad que yo adquirí pensando en Córdoba sí ha quedado algo en este libro y en mi obra en general. No sé si hay en el ritmo vital de Córdoba, que es sobre todo para el paseo, una serenidad que sí asocio a la escritura fundamentalmente poética. También desarrollo la escritura ensayística y narrativa que no tiene quizá ese ritmo. Pero en la manera de mirar y de centrarme en determinados temas sí que la vivencia en Córdoba tuvo una influencia que puede que sea perdurable.
—Y ese espíritu de la ciudad, ¿es anterior o posterior a su tradición poética?
—Hablo de una cuestión física, de fisonomía de la ciudad. Al margen de eso, hay una cuestión de herencia cultural, que verdaderamente se perpetúa y que era una caldo de cultivo ya vivo para que con una actuación adecuada pudiera desarrollarse. Gracias a la Feria del Libro y a Cosmopoética, ese caldo de cultivo se recupera, se perpetúa y se hace vigente.
—Al margen del premio, ¿qué lugar ocupa «Ofelia y otras lunas»?
—Tiene un papel importante. Primero porque es un libro biográfico, porque acompaña mi vuelta de Madrid a Cádiz. Esa vuelta está simbolizada por este libro y por la idea del regreso entendido no como una vuelta al pasado, sino como una reconstrucción del individuo, o como una oportunidad de reinventarse y de renovarse moralmente, culturalmente y en definitiva personalmente.
—Sobre el título, Ofelia no es un mito, es un personaje de Shakespeare, pero sí pertenece al universo de los mitos.
—Efectivamente, es un tipo literario que ha adquirido entidad mítica precisamente por la constante reproducción y revisión que ha tenido en la literatura y en el arte. Hay una idea de la literatura que me atrae, y es la literatura culturalista. De ella, Pablo García Baena, que hoy nos acompaña, es bastante afín. Esta literatura rescata constantemente a este tipo de personajes y los hace suyos. A mí me ha servido tener el referente de Ofelia para reconstruir una mitología personal y darle una entidad universal.
—¿Y cómo es su Ofelia?
—Mi Ofelia vive en Madrid y es de carne y hueso. Pero mi Ofelia es también un paisaje espiritual y un personaje ideal. Un personaje idealizado y que tiene parte también de ficción. A través del discurso poético se encarna en el mito literario. Hay fundamentalmente una mezcla entre realidad vivida e idealidad soñada o reconstruida a través de la literatura y de la poesía.
—¿El análisis de la obra, como un «Conócete a mí mismo», es fundamental entonces para usted?
—Sí, a mí me parece que el aparato teórico excesivo es negativo para un escritor, sobre todo cuando se antepone a la propia obra, cuando viene antes el análisis que el propio hecho creativo. Pero creo que a posteriori, cuando uno ya ha zanjado un asunto o ha terminado un libro no viene mal pensar qué ha hecho y no darse demasiada importancia, pero sí pensar qué aporta, qué ha podido dejarse atrás o en qué ha podido acertar. Y eso le ayuda a seguir construyendo el siguiente libro, y sobre todo a no volver a decir lo que ya había dicho.
