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PREMIER LEAGUE

Bobby Moore llora por Harry

Un penalti tardío transformado por Balotelli da al City la victoria que quiebra el sueño de los Spurs (3-2)

Bobby Moore llora por Harry REUTERS

IÑIGO GURRUCHAGA

Con mejor puntería y la misma inconsciencia con la que desde un coche disparó a los transeúntes de Milán con su pistola de juguete, en uno de sus célebres dislates, Mario Balotelli tiró ayer el penalti que en el último segundo dejó al Manchester City como líder y a la vieja Inglaterra maldiciendo a los cielos, donde Bobby Moore lloraba.

El Tottenham dio un susto de muerte a Mancini en un partido cerrado, que se desbocó en diez minutos de la segunda parte con cuatro goles y que terminó con la conexión italiana feliz , tras un cuarto de hora en el que los tres puntos se iban a Londres. Es improbable que City y United, que ganó al Arsenal (1-2) , pierdan ahora, los dos, tantos puntos como para que se meta otro en la batalla por el título.

A los Spurs que Harry Redknapp heredó de Juande Ramos les falta calidad en algunos posiciones y quizás también banquillo para llevarse la Premier, pero, como el fútbol invoca sentimientos atávicos de identidad, además de admiración por las cosas del juego y la adhesión infantil a tu club, el triunfo de «old Arry» era deseado por empatías ancestrales muy extendidas.

Está bien el cosmopolitismo de Mancini o Wenger y nadie duda de la bondad de tan finos estrategas pues ambos fueron monaguillos cuando niños. Quién podría regatear otra victoria al Ferguson septuagenario para que añada más cuentas a sus glorias. Pero Redknapp va a cumplir 65 años y, si ganase la Premier, la FA no podría ya negarle, por su fama de pillo, la guía de Inglaterra después de Capello.

Nació en el este de Londres, donde la gente no pronuncia las haches de su nombre de pila, y jugó con Bobby Moore, el capitán que levantó la Copa del Mundo en 1966. Entablaron amistad en el West Ham a pesar de la diferencia de edad. La mantuvieron cuando hacían caja en Estados Unidos. Redknapp, en el Seattle Sounders, con una rodilla pulverizada que le había obligado a dejar el fútbol inglés.

Los éxitos de Harry en los banquillos del Bournemouth, el West Ham o el Portsmouth se debieron en parte a lo que su amigo Bobby —aquel defensa elegante e imperial, al que una vez Rivelino le pidió la camiseta tras correr setenta metros para lograrla— le dijo sobre su entrenador, Ron Greenwood: «Nunca me ha dado una palmada en el hombro para felicitarme y todos la necesitamos».

Jugar de prestado

Redknapp ha reanimado a vestuarios hundidos y tiene tan buen ojo para los futbolistas como para los caballos en las apuestas; también dos virtudes aprendidas en la academia del West Ham, gusto por jugadores cómodos con el balón y astucia táctica. ¿Cómo si no puede explicarse su insistencia con Van der Vaart o su cambio ayer por el más defensivo Livermore, que deparó un dominio atacante de los Spurs?

Si Barry y Miller fueron capaces durante buena parte del partido de tapar la ausencia de Yaya Touré, el Tottenham echó de menos a Emmanuel Adebayor, que no jugó por ser un préstamo del City. En particular durante la primera parte, Defoe no logró casi nunca retener el balón arriba para que los avances de su equipo tuvieran más densidad y empaque.

Es la vieja historia de Harry, que lleva el estigma de Poplar, su barrio. Muy patriotas aunque liberales en el cumplimiento de las leyes, los de allí compran y venden, ya sean gangas o mercancía averiada. Al final, como con Adebayor, las cosas suelen enredarse. Redknapp tiene ahora un juicio por un lío de impuestos, en una turbia comisión por un traspaso. Y además aparece Balotelli y marca de penalti.

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