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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Altermundismo

En torno al 15-M se está fraguando una alternativa a la desmovilización sindical en forma de frente de rechazo

Día 21/06/2011

SE van perfilando. A medida que la revuelta de los indignados comienza a emitir un cierto discurso ideológico se decanta el cariz altermundista —«otro mundo es posible»— de su núcleo motor. Estamos ante un movimiento antiglobalizador, anticapitalista, antiliberal, impregnado del argumentario y la retórica del Foro Social Mundial y sus derivados, y reforzado por el malestar del ajuste internacional ante la crisis económico-financiera. Los postulados de la plataforma ATTAC han empezado a emerger como núcleo de la protesta. No estamos ante un trasunto del París del 68 sino más bien del Porto Alegre de 2001. Sus gurús no son Sartre y Marcuse sino Chomsky y Hessel: la izquierda alternativa, extramuros de la socialdemocracia. Como se trata de un conglomerado invertebrado, heterogéneo y sin liderazgos nominales, conviven diversas tendencias que van desde el cristianismo comprometido al radicalismo antisistema. Hay anarcos, pacifistas, perroflautas, okupas, activistas del software libre, ecologistas, hackersy una amplia porción de simples descontentos por el rápido retroceso del Estado del Bienestar. Es una amalgama crítica, un frente de rechazo. Al elegir el Pacto del Euro como objetivo inmediato se inclinan por la impugnación global de las recetas políticas convencionales; consideran que el déficit, el equilibrio presupuestario o la contención del gasto público son añagazas del sistema y les importan una higa. Lo quieren todo y lo quieren ya.

Lo que se está fraguando en torno al 15-M es una alternativa a la desmovilización sindical. Los sindicatos, mermados de representatividad y anquilosados en sus estructuras burocráticas, fracasaron en la huelga general, pero esta gente dispone de una capacidad de movilización inédita a través de las redes sociales y tiene un ímpetu juvenil de estreno. Los políticos siguen perplejos. La derecha ya sabe que se los va a encontrar de frente cuando llegue al poder, constituidos en oposición sin caras, y la izquierda socialdemócrata estudia el modo de meterse en la manifestación sin que la saquen a empujones. De momento el Gobierno les hace guiños de complicidad como la querella contra Botín, epítome de la Banca comeniños y explotapobres. Mientras sea el PSOE el que esté al frente y tenga, siquiera por decoro, que sumarse a las medidas de ajuste, la protesta será genérica y antipolítica, antirrepresentativa, pero en el momento en que el PP esté al mando se va a formar una coalición de resistencia. El trazo izquierdista del movimiento crecerá tanto más cuanto más intensos sean los recortes.

Las marchas del domingo muestran que hay indignados para rato. Tienen logística, músculo y voluntad, y se han venido arriba con su amplia repercusión mediática. Se sienten protagonistas en el centro de la escena, y no les hace falta representatividad democrática porque saben cómo hacerse dueños de la calle.

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