Al final de mayo se ponían sobre la mesa tres iniciativas diplomáticas. El 19, víspera de la visita a Washington de Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, Barack Obama advertía que solo las fronteras de 1967 podrían asentar la paz entre Israel y Palestina. Francia, por su parte, cerraba la venta de dos portahelicópteros Mistral a Rusia, primera gran transferencia de tecnología militar de un miembro de la OTAN a la antigua URSS. Hillary Clinton, secretaria de Estado, aterrizaba en Islamabad tras la muerte de Osama bin Laden para reforzar las difíciles relaciones Pakistán-Estados Unidos. Era una negociación sin intérpretes ni micrófonos, con cinco interlocutores, incluidos los jefes de los dos ejércitos, el almirante Mike Mullen y el general Ashfaq Parvez Kayani. La primera potencia muestra su respeto por la potencia número 125 en la escala de desarrollo humano de Naciones Unidas.
¿Qué queremos decir? La abuela de Talleyrand lo expresaba así: quien no haya conocido el mundo anterior a 1789 no sabe lo que es el placer de vivir. Dicho hoy: quien no haya conocido el afán diplomático americano no sabrá lo que han sido los 70 años transcurridos desde la Segunda Guerra mundial. Imaginemos lo que será el mundo bajo hegemonía china, dentro de 500 años. Los americanos y los europeos han mantenido la idea que expresó Dickens: Vencer está bien pero ir a la mesa de negociación está todavía mejor.
Entre los acuerdos buscados estos días por los occidentales destacan tres: primero, si no se reconoce una frontera concreta sobre la que negociar, cree la Casa Blanca, no habrá un estado palestino. Los límites son los de la guerra de los Seis Días, junio de 1967, ganada por el general Moshe Dayan con la ayuda de un general más joven, Isaac Rabin. Naturalmente, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, negó que Israel pudiera volver a esas fronteras. Necesitamos, dijo, ocupar toda la orilla oeste del Jordán.
Dos, Francia, Alemania, Reino Unido, esta vez juntos, lograban una ayuda, doble de la prevista, a la democratización de los regímenes árabes, 40.000 m. de dólares de aquí a 2013. En la reunión del G-8 se tomaron acuerdos económicos previamente pactados por los sherpas y subsherpas. Pero hubo un plus de calidad cuando Francia y Reino Unido, autores de la iniciativa libia, apoyaron sin condiciones a Estados Unidos, sin cuyo respaldo no hubiera sido posible la operación de castigo. Rusia se ofreció como mediadora ante Gadafi.
Tres, Hillary Clinton, en Islamabad, pidió que no hubiera intérpretes ni micrófonos en la negociación con el presidente Zardari y el primer ministro Gillani. Pakistán necesita mantener su alineamiento con Estados Unidos tanto como Estados Unidos necesita a Pakistán. Al tratar de los sistemas de control de la fuerza nuclear paquistaní, el general Kayani analizó un informe de su estado mayor. En aquel viernes las amabilidades diplomáticas quedaron de lado: no hubo una sola sonrisa. Los paquistaníes creen que se atropelló su soberanía al dar muerte a Bin Laden. El almirante Mullen atajó sus quejas al recordar la necesidad de guardar el plan secreto, compartido solo por 14 Navy Seals. Y añadió: en suelo paquistaní, los aviones sin piloto han eliminado a mayor número de terroristas que en ningún otro país. Sí, son tres interesantes iniciativas diplomáticas.


