Columnas

Columnas / HAY MOTIVO

Un tal Rubalcaba

No cabe duda de que ni el soplo a ETA en el bar Faisán ni la presencia de Bildu en los ayuntamientos vascos vayan a concernir al candidato socialista

Día 31/05/2011

TRAS los primeros apuntes del candidato Rubalcaba, cualquiera diría que las pasadas elecciones las perdió el PSOE y las ganó él, que se puso a los mandos del Gobierno hace medio año precisamente para evitar lo que ocurrió el 22-M. Que no le acompañara el éxito en tan ardua misión no es óbice para que este titán de la política alardee ahora de poseer la fórmula para ganar unas elecciones en diez meses. Tan sobrada es la pose que la sola mención de su segundo apellido infunde pavor en un adversario que le ha sacado diez puntos al partido de este aspirante. La ausencia de síntomas de la hecatombe electoral en Rubalcaba lleva a pensar que se trata de otro Rubalcaba, un tal Rubalcaba cuyo pasado comenzó el último sábado tras la impostura de un dedazo que es más bien un golpe de mano del propio interesado que el señalamiento voluntario de un secretario general omnímodo.

Al nuevo Rubalcaba parece que no se le conozca más pasado que el de atleta, con una marca de 10.9 en los cien metros. O al menos eso es lo mejor que pudo decir su presentador ante los congregados en el comité federal socialista. Con semejante crédito, el expreso de Solares se dispone a participar en una previa en la que ni siquiera competirá con Abundio, de quien se cuenta la hazaña de que corría solo y llegó segundo. Por si acaso y para más adelante, ya ha dejado claro que a diferencia de los que le critican, léase Arenas y Rajoy, él jamás ha perdido unas elecciones. Dados los antecedentes, más que a bravuconada partidista la cosa suena a advertencia, a primer y último aviso. Ya se sabe, el lema de Rubalcaba, contundente como un fotón y sutil como las ondas. Y ante la duda, el principio de incertidumbre de Heisenberg, una «delicatessen» política o un chiste de químicos, siempre para iniciados.

Entre bromas y probetas, Rubalcaba se dispone a hacer compatibles sus ocupaciones conocidas, vicepresidente, ministro de Interior y portavoz del Gobierno, entre otras, con la de candidato socialista, una composición, adición o metamorfosis cuya resultante es una incógnita electoral, además de un follón de agenda que lleva implícita la confusión de papeles. Después del 22-M, menos es nada deben pensar en el PSOE en plena fase de lucro cesante y afectado por un ERE que amenaza la existencia misma del partido. En esas condiciones, lo del tal Rubalcaba, además de todo, es un clavo ardiendo, un de perdidos, al río, que aboca a la pura incertidumbre.

De lo que no cabe duda es que ni el soplo a ETA en el bar Faisán, ni la presencia de Bildu en los ayuntamientos vascos, ni mucho menos el «chaconocidido» flagrante y alevoso, por ceñirnos al pasado más reciente, vayan a concernir al flamante candidato socialista, reconocido al fin por un partido que siempre le había encomendando el trabajo sucio, las maniobras pesadas, los movimientos en la sombra y todo aquello que requiriese discreción, sigilo y ausencia de restos y/o huellas. Si antes era imprescindible, ahora es, además, inevitable.

Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.