CARME Chacón nos advirtió que las elecciones del pasado domingo serían el «prólogo de cosas maravillosas»; augurio que me tomé muy en serio, pues una mujer que, con apenas nueve años, cuando el tejerazo, se puso a «empaquetar libros y documentos» de su padre que «intuyó comprometedores», alcanzados los cuarenta debe de estar en disposición de adivinar el futuro. Y, en efecto, las cosas maravillosas se han desencadenado que es un primor en los últimos días; y, en medio de tamaño despliegue de maravillas, nos topamos con Carme Chacón, convertida en la Juana de Arco del zapaterismo terminal. Empezaron sus desdichas cuando unos cacos entraron en el garaje de su casa en Esplugas de Llobregat —adonde había viajado para evitarse comparecer en la foto de la derrota— y le birlaron el coche. Siendo Chacón mujer intuitiva y de una sagacidad de lince, el robo de su coche debió antojársele signo premonitorio de las «cosas maravillosas» que aún habrían de sucederle. Y es que, mientras los cacos la dejaban sin coche, sus conmilitones planeaban dejarla sin la golosina de las primarias; pues ya se sabe que al perro flaco todo se le vuelven pulgas.
Antesdeayer Carme Chacón anunciaba, entre pucheros y mohínes compungidos, que había renunciado a presentar su candidatura en la improbable fiesta de la democracia interna (risum teneatis) que los socialistas nos habían prometido, para buscarle sucesor a Zapatero. La noticia, si el mundo estuviese cuerdo, habría provocado la misma hilaridad que si el padre Apeles nos anunciase mañana que ha renunciado a presentar su candidatura en el próximo cónclave; pero el mundo está loco, y el anuncio de Carme Chacón ha hecho correr ríos de tinta en los periódicos, y ríos de saliva en el comedero tertuliano. Hay quienes ven en su defenestración una maniobra artera de Rubalcaba, y quienes consideran que Chacón ha dado un paso atrás, envuelta en un halo de victimismo, para evitarse el presumible batacazo y presentar su candidatura después de las elecciones, apareciendo para entonces entre la escombrera socialista como una suerte de mesías con faldas (o con esmoquin, que a la Chacón le gusta saltarse el protocolo). Ambas hipótesis son plausibles y en modo alguno incompatibles; pero lo que en verdad maravilla es que se pueda siquiera concebir que una señora tan huera, chirle y hebén como Chacón sea candidata a la presidencia del Gobierno. Es cierto que antes habían sido candidatos elementos tan hueros, chirles y hebenes como ella misma; y también es cierto que el presidente fantasmal que ahora padecemos (en cuyo espejo la Chacón se contempla, como Julio César se contemplaba en el espejo de Alejandro) ya dijo, en confidencia conyugal famosa, que en España puede ser presidente cualquiera. Pero pensar siquiera que al cualquiera que nos ha desgobernado durante estos años pudiera sucederle alguien que fue encumbrada desde la nada por ese mismo cualquiera es cosa que maravilla y suspende, sólo concebible en el más loco de los mundos.
También maravilla y suspende que en las circunstancias presentes, con un país al borde la bancarrota, con una sociedad acechada por la penuria y un gobierno en situación catatónica, los turbios manejos de unos politiquillos fiambres, gallos descabezados que corretean sin tino mientras se vacían de sangre, hagan correr ríos de tinta y de saliva. Cosas tan maravillosas pensé que sólo ocurrían en las noveluchas del realismo mágico; pero España se ha convertido en una sucursal pobretona de Macondo.
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