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Strauss-Kahn, en una de las cárceles más duras de EE.UU.

El director gerente del FMI está aislado y sometido a vigilancia especial ante el temor de que pueda ser agredido o intente suicidarse

Strauss-Kahn, en una de las cárceles más duras de EE.UU. AFP

EMILI J. BLASCO

De una impresionante suite en un hotel «chic», a una celda de apenas 4 por 3,3 metros en una de las prisiones con mayor registro de violencia de Estados Unidos. Dominique Strauss-Kahn permanece estos días en la cárcel neoyorquina de Rikers Island con seguridad especial en su puerta, para evitar el castigo que con frecuencia otros encarcelados aplican a los violadores. También se le ha despojado de los cordones ante el temor de que pudiera suicidarse.

Con sus aspiraciones a la carrera presidencial francesa destrozadas y llamadas a que dimita ya como director del FMI, a Strauss-Kahn se le está cayendo el cielo sobre su cabeza. «Considerando que se le ha negado la fianza, tiene que darse cuenta de que está dañando la institución», declaró desde Bruselas la ministra de Finanzas austriaca, Maria Fekter, expresando en voz alta lo muchos de sus colegas piensan.

A Strauss-Kahn se le ha ahorrado tener que pernoctar en un dormitorio de cincuenta reclusos y se le ha asignado una celda propia en la zona de presos importantes o enfermos. Pero al parecer fue la única deferencia. Tiene que comer el rancho común, que en su primera cena consistió en café aguado, dos hamburguesas de pavo y puré de patatas, servidos sobre el plato sin miramientos.

Fotografiado desnudo

Previamente, el ex ministro de Finanzas francés había sufrido la humillación, según desveló ayer «The New York Post», de tener que posar desnudo para fotografías tomadas por la Policía, que ya le exhibió con esposas con suficiente parsimonia para que la prensa tomara imágenes. Desde que fue detenido el sábado por la tarde hasta su comparecencia ante la juez el lunes por la mañana, Strauss-Khan pasó una odisea de 43 horas por los duros escenarios de las comisarías y los banquillos de la urbe estadounidense. Y ahora le toca el de sus prisiones.

En la isla Rikers, entre el Bronx y Queens, con una población reclusa de 14.000 personas, el índice de violencia es elevado. Una docena de guardias resultaron heridos el año pasado intentando apagar disputas entre presos, mientras que un centinela fue sentenciado a seis años por apaleamientos a reclusos como medida disciplinaria.

El abogado del político socialista, Benjamin Brafman, conocido por clientes famosos como Michael Jackson, parece comenzar a construir la defensa sobre la estrategia de asegurar que el encuentro entre Strauss-Kahn y la empleada del hotel fue consensuado. Tras la insistencia primero en la coartada de que el director del FMI había almorzado con su hija Camille, de 26 años —en realidad la comida habría tenido lugar tras la supuesta agresión sexual, según la Fiscalía—, Brafman podría centrar la discusión en la en ocasiones complicada frontera entre sexo consentido y obligado.

«Creo que las pruebas no casan con un encuentro forzado», afirmó a la salida del tribunal del sur de Manhattan donde el lunes compareció el acusado. La frase fue interpretada en un principio como una negación de que hubiera habido encuentro, pero el acento bien podría estar no en el nombre sino en el adjetivo.

No obstante, una relación siquiera consentida en un principio no encaja con el perfil que de la empleada del hotel ha trascendido. La mujer, inmigrante guineana de 32 años y, según sus vecinos «musulmana devota», llamó llorando a su hermano una hora después de los hechos denunciados. «Un hombre me ha hecho algo realmente malo», le dijo a su hermano, según éste habría explicado al «Daily Mail». No sabía que su supuesto agresor era el director del FMI.

Ambiente francés

Por su origen francófono, la mujer fue contratada hace tres años en el hotel Sofitel, un establecimiento hotelero frecuentado por franceses que viajan a Nueva York. Situado cerca de Times Square, es propiedad del consorcio francés Accor Group. Esa vinculación con Francia explica que Strauss-Kahn fuera un cliente habitual. William Murray, portavoz del FMI, confirmó que el director de este organismo se había alojado ya varias veces en ese hotel. Murray precisó que el FMI no le reembolsará los 525 dólares que le costó la reserva de una noche (precio de promoción, para una suite de 3.000 dólares en temporada alta), ya que estaba allí a título personal. En cuanto al billete de avión de Air France que Strauss-Kahn tomó para ir a París, donde fue detenido antes de que el aparato cerrara la puerta, el FMI corrió a cargo de la tarifa de «business», y esta fue elevada después gratuitamente a primera clase por decisión de Air France.

El próximo viernes tendrá que acudir de nuevo a los juzgados del sur de Manhattan, donde se le comunicará la decisión que un gran jurado debe tomar sobre si los cargos se mantienen y se tiene que enfrentar a un juicio, que probablemente no se celebraría antes de septiembre. La prolongación de la situación hace inviable que siga como director del FMI, según admiten fuentes de este organismo.

De acuerdo con lo anunciado el lunes por la Fiscalía, sobre él pesan siete cargos: dos acusaciones de delito sexual en primer grado, intento de violación en primer grado, agresión sexual también de primer grado, secuestro en segundo grado, agresión sexual de tercer grado y tocamientos no consentidos. La condena por todo ello, en caso de plena culpabilidad, elevaría el tiempo de prisión a un acumulado de 74 años.

La defensa insistirá el viernes en su solicitud de que a Strauss-Kahn se le ponga en libertad provisional bajo fianza. En ese caso viviría con Camille, una de sus cuatro hijas, que está cursando un posgrado en Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia. Camille reside en Nueva York con su marido. Ambos estuvieron presentes el lunes en el juzgado durante la comparecencia.

A esta no llegó a tiempo Anne Sinclair, la esposa del político socialista, que ha estado reuniendo el millón de dólares que la defensa ha ofrecido como fianza. Ésta fue denegada por la juez Melissa Jackson por creer que el acusado podría huir del país, como ocurrió en su día con el cineasta Roman Polanski. La falta de un acuerdo de extradición entre EE.UU. y Francia ha sido aducida como dificultad añadida para permitir que Strauss-Kahn salga de la cárcel.

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