AYER, en Punto Radio, Ignacio Fernández Toxo le manifestó al muy bienquisto Félix Madero el temor de que, en el primer trimestre de este año, el número de parados haya superado el 21 por ciento y que así lo expresará la Encuesta de Población Activa que se publicará el próximo viernes. Es el acabose de la política social y económica del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y de sus instituciones y organismos concomitantes. Especialmente del Banco de España y de su muy cuestionado y más cuestionable gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Una muestra de los hábitos en el conventillo socialista.
El nombramiento del llamado MAFO, en 2006, ya fue un alarde de falta de finura política. Pedro Solbes, que le tenía a sus órdenes como secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, le «trasladó» al Banco de España sin guardar las mínimas apariencias de independencia que son deseables, y debieran ser exigibles, en los organismos de regulación y vigilancia. En su sede de La Cibeles el veterano socialista, que ya había sido útil a la causa en el primer gobierno de Felipe González, se instaló como palmero del zapaterismo. No quiso ver la crisis que Solbes no pudo ver, o viceversa, y, por delante de sus ojos, en estos seis últimos años, ha desfilado la debacle del sistema financiero español mientras el propio BdeE consentía la valoración poética de los activos bancarios, la interpretación crecedera de sus afianzamientos y el Gobierno, con un pie en la ignorancia y otro en la mentira tramposa, sacaba pecho para hablar de nuestro sistema financiero, Cajas incluidas, como «el más sólido del mundo». Estas cosas pueden pasar y la demostración es que han pasado aquí y ahora. Lo inconcebible es que, como consecuencia inevitable, no le pase nada a nadie.
Lo dicho más arriba expresado en cifras resulta todavía más escalofriante; pero más vale, para el general entendimiento, que las ideas queden claras. Baste decir que, según los expertos, lo que hace un quinquenio hubiera necesitado un 5 por ciento del PIB para remediarse exige hoy cuatro veces más. Lejos de resolver el problema y la crisis se han despilfarrado miles de millones.
El pueblo de Israel, ante las graves circunstancias de pecado, tenía la costumbre de escoger dos buenos chivos. Uno lo sacrificaba en desagravio al Señor y el otro, al que consideraban representativo de todos los implicados en el desaguisado engendrado en la colectividad, el chivo expiatorio, lo abandonaba a su suerte en medio del desierto. Es una de las primeras prácticas conocidas de psicoterapia social. MAFO reúne las condiciones óptimas para esa función.