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Columnas / POSTALES

Falsos conversos

¿Cómo vamos a darles la franquicia de demócratas habiendo atentado tanto contra la democracia?

Día 25/04/2011

CON nombre y personas distintas, la izquierda abertzaletrata de convencernos de que, de repente, ha descubierto que la violencia de Eta es mala, y pide ser admitida en la familia democrática. ¿Se lo merece? No, dice la policía basándose en documentos encontrados a etarras detenidos, por no ser más que otra personificación de Batasuna, una de las muchas encarnaciones de Eta, que busca introducirse en las instituciones para dar cobijo legal a la banda, O sea, unos falsos conversos.

Aparte de esos documentos, la mejor prueba de que estamos ante otra maniobra de encubrimiento nos la dan los propios actores. «El converso auténtico —me explica el profesor Ángel Alcalá, que ha dedicado su vida a estudiarlos— se caracteriza por ser el más crítico, el más severo, el más desconfiado con sus ex cofrades. Los grandes inquisidores, los mayores delatores, los que pedían penas más altas fueron siempre los conversos convencidos, en parte, para avalar su conversión, en parte, por esa tendencia tan humana de irnos al otro extremo». Una crítica, una severidad y un desconfianza hacia Eta que no hemos visto en ninguno de los integrantes de Bildu. No ha habido condena de la banda, sólo de su violencia, y ésta, sólo en parte. Demasiado poco para tanto crimen.

Y no se nos venga con la monserga de defender la libertad de opinión o de conciencia. En España nadie va a la cárcel por defender la independencia del País Vasco, Cataluña o Villacorta de Abajo. Lo están haciendo a diario todos los políticos nacionalistas, e incluso consiguen cargos con ello. En España, lo que no se tolera, como en toda democracia, es tratar de imponer tu opinión a los demás con tiros, bombas o amenazas. Es decir, el intento de impedir la libertad de palabra y actuación del resto de la ciudadanía con violencia, que es lo que ha venido haciendo Eta desde el principio, apoyada por la izquierda abertzale, que ni siquiera hoy condena la violencia pasada de la banda terrorista. Se limita a rechazar la presente o futura, equiparándola, a la menor ocasión que se le presenta, a la del Estado. ¿Cómo vamos a fiarnos de ella? ¿Cómo vamos a cederles puestos de responsabilidad y los medios económicos que conllevan? ¿Cómo vamos a darles la franquicia de demócratas habiendo atentado tanto contra la democracia? Les falta todavía mucho para que confiemos en ellos y ellas. Una mera proclamación de fe, sin confesión de culpa ni arrepentimiento, no basta. Son demasiados años, demasiados crímenes, demasiado dolor y demasiados engaños para que podamos admitirlos en la sociedad democrática. Nadie les pide que se pongan de rodillas y echen ceniza sobre sus cabellos. Nos bastaría que cumplieran con el más elemental deber de la democracia: reconocer que estaban equivocados. Algo que todavía no han hecho, ni espero hagan, aunque celebraría equivocarme.

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