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Columnas / MONTECASSINO

El sumo sectario

Los socialistas le han echado. La sociedad española parece dispuesta a dejarse hacer daño hasta el final

Día 05/04/2011

SE irá cuando se vaya igual que ha gobernado, con sus trampas e imposturas. Pero lo habido no es más que un amago. Es decir, un engaño a partir de la necesidad, perpetrado con habilidad. Con el aplauso hipócrita hasta la náusea del merengue de la adulación que, una vez adornado con solemnidad, consigue en este país crear espectáculos gloriosamente esperpénticos. Sin ningún pudor andaban mostrando el ojo lacrimoso todos los dirigentes socialistas que ya están plenamente inmersos en ese nuevo fenómeno social que es la fobia a Zapatero. Sin recato hablaban maravillas de la generosidad del presidente todos los que saben lo que han conspirado e intrigado para que se produjera de una vez el placaje y el eterno adolescente dejara de marear la perdiz. Al fin y al cabo se trataba de dejar de jugar con las cosas de comer. Y en medio del barullo pringoso, como reina de ceremonias, por supuesto, quién si no, don José Bono, en momento estelar, disfrutando como un niño. Pero más allá de este circo de escaso gusto ha pasado más bien poco. Y todo indica que el presidente, que supuestamente va a gobernar en todos los meses que aguante esta agonía, dedicará gran parte de su tiempo y mala idea a ajustar cuentas con muchos de los que le han acosado en estos meses hacia esta posición indigna, patética y muy probablemente insostenible a corto plazo. Al final de este gran baile de imposturas, los daños probablemente estén muy repartidos. Hablamos de los daños dentro del partido. Los daños fuera, los que se infligen a una España en situación de emergencia y colapso interno y marginación e irrelevancia externas, son incalculables. Aunque muchos los tienen descontados en el coste inmenso de la hecatombe que para España ha supuesto la segunda legislatura del Gran Timonel naufragado. Al presidente le han reventado el mutis glorioso. Pero no se dará por vencido. El narciso no entiende que no le entiendan y aprecien sus eximias intenciones. No querrá aceptar el hecho de que su nombre

se ha convertido en maldición para millones de españoles. Y querrá dirigir hasta el final una orquesta en desbandada. Y fabricarse un legado que no sea la escombrera de pobreza y discordia que ya le adjudican como única herencia una mayoría de los españoles. Entre los ministros ha comenzado el navajeo. Que se nos instala en el Consejo de Ministros. Y para el que por supuesto se recurrirá a la masiva utilización de los recursos del Estado. Veremos hasta donde son capaces de llegar quienes tiene todos los recursos para la manipulación informativa, la intoxicación, los servicios de información, la policía y la vigilancia de la ciudadanía.

En realidad, esta magnífica reyerta a partir del hundimiento del proyecto del zapaterismo del régimen socialista de los mil años, no debería afectarnos al resto de los españoles. No nos afectaría si Zapatero pudiera elevarse hasta la decencia necesaria para decidir su marcha de verdad. Si fuera capaz de encontrar el coraje y la dignidad de asumir que nada puede hacer ya sino arrastrarse hasta el final por el mero capricho de llegar. Eso sí, sin dejar de dañar a España, comprando sus últimas mayorías a unos nacionalismos jubilosos en sus apetitos carroñeros. Su resentimiento hacia media España le impide una vez más decidirse por el bien común. El final de una legislatura que ha sido un tormento, promete convertirse en pesadilla. Los españoles todos, seremos rehenes, del sumo sectario. Aunque no todos inocentes. Los socialistas le han echado de allí donde más daño les hace. La sociedad española, pasmosamente indolente, parece dispuesta a dejarse hacer daño, gratuitamente, hasta el final.

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