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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Botín y el mal menor

Botín también ha comprendido que si Zapatero anuncia su retirada se puede dar por concluida la legislatura

Día 28/03/2011

TAMBIÉN Emilio Botín ha comprendido que si Zapatero anuncia ahora su retirada se puede dar por concluida la legislatura. Las palabras del banquero y otros tres altos empresarios —el diez por ciento de los que acudieron a La Moncloa— han sido interpretadas por el entorno gubernamental como un espaldarazo al reformismo del presidente, pero lo que desde luego representan es un estado de opinión que entiende con toda claridad que este mandato expira de factoen el momento mismo en que se abra el proceso sucesorio en el Partido Socialista. Botín y sus colegas han pedido al Gobierno que concluya su agenda reformista sin enredarse en aventuras internas porque consideran que lo prioritario es la estabilidad; en su análisis de la situación, la sucesión zapaterista interrumpiría las reformas en marcha y abocaría a elecciones anticipadas. Como a una gran parte de los ciudadanos, en ningún momento consideran razonable que el Ejecutivo pueda aguantar un año bajo un liderazgo interino.

Ése es exactamente el escenario político que se abrirá si este sábado el presidente comunica a la dirección federal del PSOE su decisión de no volver a presentarse. El Gobierno quedará desde ese mismo instante convertido de hecho en un Gabinete en funciones apoyado por un partido en plena recomposición —o descomposición— interna. En la hipótesis de que se abran primarias, la agenda oficial será aplastada por el alboroto de la campaña y los dirigentes socialistas aplicarán su energía a la ruidosa batalla sucesoria. En el caso de que Rubalcaba sea designado candidato de forma más o menos directa, estaremos ante una abdicación en toda regla: el eje del poder sufrirá un inmediato desplazamiento y la copresidencia dará un vuelco mediante el que Zapatero pasará a ser una figura decorativa. De un modo u otro, la legislatura saltará hecha trizas y con ella el calendario político; no se puede gobernar haciendo las maletas. Aznar lo hizo porque conservaba sin género de dudas el control de todos los resortes, y aun así fue severamente criticado y no pudo impedir sentirse él mismo atacado de un indeseable mal de altura. La situación de Zapatero es distinta: hace tiempo que perdió todo el crédito y sólo mantiene una mínima cohesión en la medida en que conserva la ultima ratioejecutiva. Si la arroja por la borda se acabó todo; el tiempo que falte para las elecciones serán sólo los minutos de la basura. Anticiparlas a otoño equivaldría a parar seis meses el reloj de las reformas, y un año de provisionalidad con Rubalcaba a los mandos garantiza una fenomenal trifulca preelectoral en medio del estancamiento socioeconómico.

Ante este panorama, Botín ha venido a expresar una suerte de jesuítico rechazo a la mudanza en tiempos turbios. Prefiere un Gobierno exánime a un vacío de poder. Es la teoría de mal menor: una pragmática resignación conformista entre dos calamidades.

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