Columnas

Columnas

Guerra justa contra un tirano

Del éxito de esta arriesgada misión van a depender las reglas que definirán el futuro de nuestro espacio geopolítico

Día 20/03/2011

LA operación que la aviación militar francesa comenzó ayer tarde marca un punto de no retorno en las relaciones entre las dos orillas del Mediterráneo. Del éxito de esta arriesgada misión van a depender las reglas que definirán el futuro de este espacio geopolítico del que formamos parte, de manera que todos los países que han decidido sumarse a este esfuerzo de guerra tienen el mayor interés en que se lleven a cabo los objetivos que lo impulsan. El Gobierno de Rodríguez Zapatero, aunque el PSOE debería hacer memoria, cumple con su obligación al sumarse sin vacilaciones a la coalición militar, porque Libia no es un escenario lejano como Afganistán sino que su influencia y la de los sucesos que se desarrollan en su interior, afectarán directamente a países de la mayor importancia estratégica para España.

El liderazgo de Francia es precisamente el reflejo de que el presidente Sarkozy ha entendido perfectamente cuál es el desafío que encierra la lucha entre una dictadura podrida como la de Gadafi y la voluntad de las sociedades de los países árabes de levantar sus aspiraciones a vivir en libertad y democracia y, sobre todo, cuáles serían las catastróficas consecuencias en caso de que éste pudiera volver a afianzarse en el poder tanto para ellos como para nosotros. Es evidente que lo que ha sucedido en Túnez ha hecho cambiar la percepción de la política que Occidente ha privilegiado hasta ahora y ha puesto de manifiesto el grave error de vincular nuestras relaciones con regímenes totalitarios y en este campo no se le puede reprochar a Francia que intente corregir cuanto antes esta situación.

Por el contrario, la crisis libia ha puesto de manifiesto la más absoluta inanidad de la política exterior europea. La gestión de la Alta Representante Catherine Ashton ha sido especialmente desastrosa en todos los sentidos, hasta el punto que obliga a reflexionar seriamente sobre la necesidad de que la UE se haya dotado de un pomposo Servicio de Acción Exterior cuando ni siquiera en un caso como éste ha sido capaz de aparecer en escena. Los partidarios de que la UE refuerce su papel en el mundo deberían empezar a pensar seriamente en la necesidad de sustituir a la baronesa, cuyas cualidades podrían ser mejor aprovechadas sin duda en otros cometidos.

Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.