Propone «50 lugares en los que pasar miedo» (Absalon). Pónganos los pelos de punta.
-¡Uh! España está plagada de misterio; pero le diría que no pasara la noche en una aldea abandonada de Tarragona, en la sierra de Llabería, donde, aparte de ritos extraños que practicaban, se dice que el que salta la gran piedra que hay junto a una masía, a la entrada, va a otro plano de existencia. De hecho, el pueblo ya no se llama Mussara sino Villa del Cis (Villa del Seis). Tiene el índice de desapariciones más alto de España, gente que nunca regresó, después de peinar la zona hasta militares del campo próximo de Los Castillejos. Yo me puse delante de la piedra, y, por si acaso, no salté.
-Entre los pueblos malditos, ¿cuál le sobrecogió?
-Las Hurdes, hoy un paraíso para el turismo rural, pero que hasta no hace mucho era un sitio al que no iban nuestros gobernantes por la vergüenza que sentían ante tanto abandono. El abuelo del Rey, Alfonso XIII, salió llorando. Un lugar donde, según cuenta el doctor Bide, las mujeres daban a luz en las calles, más salubres que sus propias casas. Yo fui por primera vez en 1991, y al llegar la noche era imposible distinguir el pueblo de pizarra de la propia montaña. Allí, en la noche de «el serano», a la que muy pocos acceden, los patriarcas de las alquerías relatan historias reales plagadas de seres fantásticos como el Macho Lanú, los amorachinis, el descabezado de Rubiaco, la chancalaera... Dicen habérselos topado en plena madrugada, pero que tienen sus propias defensas. El que vaya hallará un microcosmos de paisaje fabuloso, amena conversación y bestiario impresionante.
-Otros enclaves son para curación, y no del cuerpo.
-El santuario de la Balma, en Castellón, excavado en la roca y colgado de la peña del Bergantes. Inundado de exvotos, la especialidad es curar almas, o sea, la expulsión de los demonios. Llegué escéptico y vi a una señora que evidenciaba una situación acomodada acercarse al sacerdote, cambiar su expresión y expulsar jaculatorias, insultar a los santos... Enmudecí.
-También habrá visto mucho tocomocho.
-Alguno que otro, y lo cuento, porque la intención es que se distinga el misterio real del fraude.
-¿Algo que le haya quitado el sueño?
-Yo siempre trato de mantener un grado de escepticismo, pero hace unos años compartí con el que era mi jefe, Fernando Jiménez del Oso, excelente psiquiatra que quiso aplicar a la medicina terapias como la práctica de la ouija. Durante un año, cada semana nos reunía a un grupo de gente, entre ellos Ibáñez Serrador y otros personajes conocidos. Una noche salió que llamáramos a un teléfono de Valencia para avisar de que Fulanito había muerto. Comprobamos que el teléfono coincidía con el de la persona y contestaron que estaba de viaje. Se debatió la situación y a las ocho de la mañana volvimos a llamar preguntando por el susodicho. Alguien dijo «soy yo». Esa noche se produjo algo que me confirmó que también es mentiroso.
-El padre Pilón prevenía mucho de la ouija.
-No es un juego y es mentirosa. Hay adolescentes que tras su práctica se han suicidado. Mucho cuidado.
-Son famosas las psicofonías de Belchite.
-Se oye hasta el vuelo de los aviones. No sé realmente qué son las psicofonías, pero si en algún sitio tenían que escucharse era en Belchite, marcado por el dolor y la barbarie. Allí la caída de la noche es fantasmagórica, y cuando se posa la niebla parece que salen entes de la tierra reclamando justicia.
-En estos viajes irá protegido. ¿Algún amuleto o sortilegio que le libre del mal?
-Algún objeto me ha ido regalando gente muy particular. Tengo especial aprecio a una edición del libro de San Cipriano, el del hechicero que usan todos los chamanes de la América precolombina y hoy también, y al que se presupone gran poder. Es un manual de hechizos, desde para tener una comida feliz o lograr el amor hasta para acabar con la vida de tu agresor. Alguna vez me han dicho: ¿y por qué no lo usas?
-En fin, yo espero que acabemos como amigos.
-De momento, sigue metido en un cajón.
Gran Maestre



